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Jimin

El frío calaba mis huesos con cada hojeada. Las páginas tersas recreaban la fuerza de un huracán y el viento helado hallaba su lugar en mi desabrigado rostro.

Me encontraba en uno de los añosos bancos de madera que posaban en la plaza donde había conocido a Yoongi.

Ya había pasado una semana de ese suceso y aún esperaba con ansias el volver a encontrarlo. Yo no estaba seguro de lo que sentía, "no puedo enamorarme, no veo, ¿cómo voy a enamorarme de algo que ni siquiera conozco?" pensaba mientras leía y releía mil veces el mismo libro. Cielo de Tambores, era el único que tenía en braille.

Recordé mis raíces, mi padre no era coreano, yo tampoco lo soy y entonces me pregunté varias veces por mi interés en los libros latinoamericanos ¿acaso buscaba entender la mentalidad de personas iguales a mí, que nunca tuvieron la oportunidad de vivir como yo y los míos? Me respondí cuestionando la superioridad de mi etnia: los europeos de hoy somos gente triste porque no conocemos el mal vivir, no más allá de los libros de historia. Pues, ¿no son los latinoamericanos los individuos más alegres de la humanidad? 

Me costaba entender el porqué de nuestra tristeza. Creía que era el frío o que era la culpa por nuestro pasado, la codicia, incluso pensé en los Imperios.

La discriminación, la violencia, el dolor, la costumbre... ¿Acaso no es eso lo que tienen los americanos? ¿por qué sentimos esa pasión en sus cantos? ¿por qué existe la calidez en sus abrazos? ¿por qué nos caracterizan por nuestra seriedad? También podemos dar amor, ¿qué es lo que nos pasa?

Mis dedos seguían balanceándose sobre los pequeños puntos que sobresalían del papel. Mi mano temblaba por el frío, mis dientes castañeaban.

De pronto sentí un pequeño peso sobre mis hombros acompañado deun incremento de temperatura. Automáticamente reconocí el aroma que la chaqueta emanaba y el calor subió a mis mejillas.

Alguien se sentó a mi lado.

— Es un gusto volver a encontrarte —su voz me puso la piel de gallina.

Había perdido tanto tiempo intentando hallarlo y cuando menos lo esperaba, volvía a aparecer frente a mi.

— ¡Yoongi! Estuve buscándote.

— Algo me dijo que estarías aquí, muriendo de frío, inventándote alguna excusa para volver y toparte conmigo accidentalmente.

— No es cierto —mordí mi labio y apreté con mi puño su abrigo.

— Como digas —rió —Cuéntame, ¿qué estabas haciendo?

— Practicaba un poco —acaricié mi libro —Aún me cuesta bastante esto de leer.

—¿Me concedes el honor de escucharte? —apoyó su mano en mi antebrazo derecho.

Con nerviosismo comencé de nuevo, no quería cometer ningún tipo de error ante él.

Aunque los labios me temblaran y la voz se me quebrara cual escarcha ante los rayos del sol, cuidé mi delicadeza y palabra tras palabra buscaba constantemente, ser la persona que él merecía.

Ya había leído pagina y media cuando sentí el sonido del grafito sobre el papel.

—¿Estás dibujándome?

— Me inspiras. Por favor, sigue.

Mis mejillas ardieron en su totalidad, pero obedecí.

"Me perfeccioné en el difícil arte de sobrevivir siendo minoría" —me detuve.

— ¿Qué sucede? —el grafito no dejaba de bailar sobre el lienzo.

—Nada, es solo que... pienso. Esta frase tiene mucho de mi realidad.

—¿Hablas de la minoría?

— Si, siempre pertenecí a una. Me preguntaba si tu también formabas parte de ella.

— Pero —el lápiz enmudeció—, tú no naciste ciego.

Cubrí mi boca con una de mis manos y reí levemente.

— No hablo de eso.

Busqué a tientas su mano. Esperé sentirla cálida, pero estaba casi tan helada como la mía.

— Siempre vi el cielo en las miradas de los hombres y ahora encuentro abrigo en sus manos, aunque también estén frías.

𝐂𝐄𝐆𝐔𝐄𝐑𝐀 | YoonminWhere stories live. Discover now