Michael se voltea y pega su espalda a la puerta, quita la mano que cubre mi boca y la lleva a la manija de la puerta. Luego siento sus labios en mi oído.

-Ni se te ocurra hacer un sonido, ¿okey?- asiento varias veces por los nervios. Michael no dice nada, besa mi cuello y abre un poco la puerta- ¡No pienso dejarla ir! -Grita Michael y de inmediato vuelve a cerrar la puerta. Silencio.

El arma sigue apoyada con fuerza en mi piel; la respiración de Michael es fuerte e irregular, su mano que antes estaba en la manija, rodea mi estómago.

Cierro mis ojos.

Quiero pisotear el suelo como una niña chiquita.

Quiero liberarme de su agarre y salir corriendo hacia las personas que van a salvarme.

Por favor, salvenme.

Desde que Michael respondió, no ha habido respuesta del otro lado; cada vez Michael aprieta mucho más su agarre en mi estómago, sus dedos tocan mi piel como si fuera un piano, pero no de una manera agradable.

-Sal y lo hablaremos- la voz que antes gritaba se escucha más calmada.

Michael vuelve a abrir un poco la puerta.

-¡No pienso dejar que la alejen de mí!

-Sal y escucha las opciones que tienes.

Michael maldice en voz baja, no tiene escapatoria.

Luego de unos segundos, Michael respira hondo y deja un beso en mi mejilla.

-Tranquila mi amor, no nos harán nada- pareciera como si tratara de convencerse a sí mismo- Nos podremos ir pronto.

Al terminar de hablar suelta el agarre en mi estómago y de nuevo dirige su mano a la manija de la puerta.

Cierro los ojos sin querer ver lo que sucederá, con la esperanza de que cerrando los ojos haga que todo se esfume.

Siento como la puerta es abierta de repente y como Michael mueve nuestros cuerpos de manera brusca, la brisa fría impacta en mi rostro.

Abro los ojos.

Parpadeo varias veces sin poder creer lo que veo, como cinco carros policiales se encuentran estacionados, con la parte de enfrente apuntando hacia la casa. Muchos policías sujetan armas, nos están apuntando.

Suelto un sollozo.

-¡¿Ven lo que hacen?!- grita de repente Michael colérico- ¡La están asustando! ¡Bajen esas armas!

-Baje la suya primero- mis ojos viajan a la voz aparentemente tranquila. Es un hombre, tal vez en sus cuarenta, vestido completamente de negro. Se encuentra en medio de todos los carros, él es el que se encuentra más cerca de nosotros.

-No hasta que ellos lo hagan primero.

El hombre nos observa por un momento, luego sube uno de sus brazos y hace una seña con su mano. Todos los policías bajan su arma.

Sin embargo, todavía siento el frío metal en mi cabeza.

Nadie se mueve, ni dicen una palabra. Lo único que puede escucharse es el viento pasar por las hojas de los árboles. Vuelvo a cerrar mis ojos; si algo malo sucede, el sonido del viento sería un buen acompañante para un final.

-Ahora es tu turno.

Abro los ojos.

El señor tiene una mirada tranquila, no puedo detectar ningún tipo de nerviosismo, ¿cómo puede verse tan tranquilo?

Michael al principio no se mueve ni un centímetro, su cuerpo se siente tenso. Después de un tiempo baja lentamente el arma. Jadeo de alivio al no sentir ese horroroso frío.

ContigoWhere stories live. Discover now