Capítulo dos

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Aquel niño que conocí sin querer se me hizo adorable y miren que para que yo diga que tolere a un niño si es de sorprenderse.
Sobre todo porqué ahora parece que los niños mandan a los papás ¿Pues en que momento cambió todo?

Es la hora de la comida en mi trabajo, nuestro jefe en la mañana nos obsequió una cajita de galletas a cada uno de nosotros.
No sé porqué cuando miré esas galletas de mantequilla me hicieron recordar al niño de ayer, sobre todo cuando me dijo que su mami  vendía galletas navideñas, aunque estas era de pasta seca.
Terminé mis alimentos y me dirigí a mi oficina para seguir trabajando, los documentos en excel no se hacen solos.

Al salir de mi trabajo estaba decidido a pasar nuevamente por la plaza central de la ciudad, quería ver si tenía la suerte de encontrar a ese pequeño nuevamente, admito que me gustaría saber cuales fueron sus deseos.
Quizá como todo niño pequeño pidió seguramente juguetes y también como lo dijo un papi nuevo.

Cuando llegué a la plaza me di cuenta que había más gente que ayer, además la banca donde yo me senté estaba ocupada por un indigente que dormía en ese sitio con sus cartones encima.
Entonces fue cuando me decidí a caminar entre la multitud tratando de buscar con la mirada a ese pequeño pero solo encontraba a varios niños correr desde los puestos navideños hasta el pino de navidad.

Decidí acercarme a la fuente, quizá en ese lugar podría encontrarlo. Además creo que su su mami vende galletas seguramente debe estar aquí nuevamente el pequeño.

Al llegar a la fuente no lo encontré, es extraño que un pequeño ser me ha cautivado y no sé porqué.
Metí las manos a mi bolsillo y tomé suficiente aire en mis pulmones resignado que mi búsqueda fue fallida.

Me di la media vuelta,  justamente choqué con una persona muy bella y adorable. Logré tomarlo de la cintura para evitar que cayera al suelo sin embargo no fue impedimento para tirarle la canasta que llevaba en sus manos.

"No puede ser"

Aquel hermoso y enigmático pelirrojo era  muy apuesto, es indescriptible la sensación que me causó al tenerlo en mis brazos.
Debo admitir lucía elegante y divino ya que portaba un abrigo color vino y una bufanda blanca. Parecía un ángel caído del cielo.
Sin duda el juego que hacía su abrigo con sus uñas, su cabello y sus hermosos iris lo hacían lucir como toda una valiosa joya escarlata, un precioso rubí.
Noté que aquel joven se ruborizó levemente, aunque jamás me imaginé sentirme como un adolescente nervioso por ver algo que le guste demasiado.
Era muy bonito, bastante bonito.

— Lo siento ¿Estás bien?

Sin querer lo fui soltando, la verdad estaba muy preocupado por lo que paso; le tiré toda su mercancía, aquellas cajas de galletas con motivos navideños terminaron hechos pedazos.

¿Dije galletas navideñas?
A menos que este bello joven de cabellos escarlata sea...

No, no puede ser; no creo que sea la mami del niño de cabellos verdes.

— Estoy bien pero... Mis galletas — Susurró preocupado agachandose al suelo, pude notar su tristeza al ver todo su esfuerzo y quizá parte de sus ganancias de la semana terminaron así por mi culpa.

Tenía que hacer algo al respecto.
Quería acercarme para ayudarle pero nuevamente aquella misma voz inocente me sacó de mis pensamientos.

— ¡Mami!

En ese momento dirigí mi mirada al dueño de aquella voz, di justo donde quería; ahí se encontraba y el joven de cabellos escarlata es su ¿Mami?
¡Oh, por todos los cielos!
Ahora en que lío me vine a meter.

— ¿Mami  estás bien?

Aquel pequeño se acercó para tomar el rostro del joven de cabellos escarlata, ambos tenían una conexión muy tierna.
No estaba equivocado, aquel joven es la mamá del niño que pidió monedas para la fuente.

Tuve que hacer mi enojo y mi repudio por la navidad y me acerqué al suelo para ayudarle a levantar todos esos pedazos de galletas rotas dentro de sus cajas y domos transparentes.
Me sentía muy culpable por lo que pasó.

De pronto una mano suave y tersa se colocó en mi brazo derecho, ese color rojizo en sus uñas lo hacía verse muy coqueto.

— Descuide yo lo levanto.

No, claro que no podía dejar que los recogiera, después de todo yo no me di cuenta de lo que hice.

— No hace falta, yo lo hago.

Pero aquel tierno e inocente pequeño se acercó a mi muy animado, lo que más me causó curiosidad es el hecho de que me reconoció al instante.

— ¡Mami! Este es el señor extraño que me dio monedas ayer para mis deseos.

Aún así los dos seguíamos en el suelo recogiendo las galletas, no pude evitar ver como esos hermosos ojos se dirigían a mi, esperaba que me diera una bofetada por distracción pero cuando me regaló una sonrisa muy cálida hizo que mi corazón quisiera salirse de mi interior.

— ¿Usted fue quien le dio monedas a mi pequeño?

Genial, ahora tenerlo de cerca y que me haya cuestionado con esa voz tan bella hizo que quedara sin palabras y ante esto solo moví mi cabeza asintiendo ante su cuestión.

— Debo agradecer este gesto tan noble co  mi pequeño.

— No fue nada... Sólo quería ayudar.

Es lo único que pude responder, la verdad me sentía culpable por lo que hice.
Al terminar de recoger todos los pedazos de galletas rotas necesitaba arreglar lo que hice mal por no fijarme.

— Lo mejor será que me digas el costo total de las galletas perdiste por mi culpa.

— Descuida, yo también estaba distraído y no me fijé por donde caminaba — Me respondió tratando de notarse tranquilo pero en el fondo algo le preocupaba.

— Insisto déjame ayudarte.

En ese momento tomé su canasta y comencé a revisar cuantas cajas con galletas rotas tenía en su canasta.
Mientras revisaba no pude evitar escuchar la plática entre aquel joven y el niño de cabellos verdes.

Sentí una punzada en mi lado izquierdo cuando el niño le dijo a su mami que no se preocupara, que él entendía la razón del porqué no tendrían una cena de navidad y quizá ni santa pueda traer un pequeño obsequio porqué este año no tenían ni para  comprar un árbol de navidad.

— Descuida Isaac, se que tu papi Degel nos cuida desde el cielo; ya verás que todo estará bien.

Fue lo que le dijo mientras estrechaba a su pequeño en sus brazos, lo único que podía transmitirle en ese momento era la calidéz de un abrazo.
Entonces entendí...
El padre de ese pequeño ya no estaba en este mundo con ellos y ahora comprendí la razón del porqué pedía con mucho anhelo un papi nuevo como el que alguna vez tuvo.

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