Capítulo 8: Antes de Todo

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La sonrisa de Gian era tan irritante. Agarré el estuche de Timy, que se sentaba a mi lado, y lo lancé con dirección a Gian. Este esquivó perfectamente y me sonrió burlón.

—¡Ey! —se quejó Timy—. Ve a recogerlo porque no me va a importar quedarme otra hora aquí por golpearte —ordenó serio.

Era mi menor, pero se veía tan intimidante. Y estaba en primero, ¿Qué tan humillante es obedecer a tu menor?

—Puedes salir —autorizó Rafael y volvió a lo suyo, ignorándonos.

Gian recogió el estuche y me lo lanzó de nuevo, esquivé perfectamente; luego me di cuenta que el delegado y Timy me estaban mirando muy molestos. Estoy seguro que ya habían pensado en mil maneras de colgarme.

Gian se fue y recogí el estuche. Se lo entregué a Timy que al parecer, también, había terminado su carta.

Genial, ahora iba a quedarme solo.

Cuando Timothy guardó su estuche le quité la carta y corrí a la esquina del salón para hacerle tiempo.

—Dev, devuélveme la carta —demandó Timy.

—No quiero, te vas a ir. No quiero quedarme solo con el muerto este —dije señalando a Rafael que nos miraba fijamente por el alboroto.

—Entonces hubieras hecho tu maldita carta, ahora dámela —repitió.

—No quiero.

—Está bien, si no me la das ahora te voy a acompañar hoy, pero mañana a donde te voy a acompañar va a ser al hospital. Ahora, dámela.

—Está bien —irrumpe Rafael—. Timothy puedes salir, yo le digo al profesor que hiciste tu carta y que el inmaduro de allá te lo quitó.

—¿Inmaduro? ¿Yo? —Me señalo sorprendido.

Timothy agarra su mochila y se va sin siquiera mirar atrás.

¿Por qué hoy todos estaban tan irritados? A veces solían seguirme el juego y no pasaba nada. Nos quedábamos hasta tarde y el profesor solo nos dejaba irnos porque se cansaba de esperarnos, o, mejor dicho, vigilarnos.

—¿Por qué no te das cuenta que no todo gira a tu alrededor? —rompe el silencio cuando nos quedamos solos.

—¿Qué?

—Date cuenta que ellos tienen su propia vida, tienen cosas que hacer.

—Nadie te preguntó.

—No, pero te lo digo porque eres tan infantil, creyendo que con llamar la atención tú vas a ser el centro del mundo. Algunos te tienen lástima, otros solo te siguen la corriente porque están cansados. Ya madura.

Me acerqué furioso al lugar de donde me estaba diciendo todas las estupideces que había soltado deliberadamente.

—Mira muertito, nadie te ha preguntado, y cuando tu opinión me sirva de algo, me la das.

—Pensé que serviría para hacerte entrar en razón, ¿Tan lento eres captando un mensaje directo?

—Cierra tu boca porque no te va a gustar lo que te voy a hacer si es que sigues diciendo estupideces.

—¿Me estas amenazando? Deberías poner en tu carta de castigo que..

No terminó lo que iba a decir porque lo sujeté de la camisa del cuello acercándolo a mí.

—Cierra tu boca.

—¿Me vas a golpear? ¿Así entienden los primates como tú?

Lo empujé con tal fuerza que rebotó en la silla y se cayó al piso.

No me bloqueesOù les histoires vivent. Découvrez maintenant