Capítulo 28-Dueles

602 86 42
                                    

Que cosas ¿No? Un día estamos en la sima del mundo y al siguiente...en el hoyo más oscuro.






Antonieta los miró a los dos y salió en silencio ante la mirada tranquilizadora del muchacho, lo menos que se necesitaba era alterar aún más los ánimos.

Victoria se removió sin intenciones de querer levantarse, se sentía en una encrucijada sí, pero derrotada jamás. Miró atentamente los movimientos de su hijo hasta que este se recostó sobre el escritorio sin expresión alguna.

—¿Tú también tienes algo que reprocharme?.—Soltó, dejando que las lágrimas resbalaran por su rostro.

El muchacho suspiró mientras negaba en silencio, lo cierto de todo aquello era que le dolía lo que estaba pasando a su alrededor, esa mujer que lo miraba con los ojos más tristes del mundo, era su madre.

—Podria gritar y cuestionarte un montón de cosas madre, pero no puedo ni debo hacerlo, somos humanos, nos equivocamos, caemos, pero siempre...—Se arrodillaba frente a ella, acariciando una de sus mejillas empañadas.—siempre nos levantamos, todo eso me lo enseñaste tú, nunca voy a quejarse ni arrepentirme de ser tu hijo.—La mujer de los ojos verdes trataba de no romper en llanto.—Estoy aquí como tú hijo, para apoyarte por todas las veces que tú lo has hecho conmigo.

Victoria no pudo contenerse más y rompió en llanto, no era lo que quería, pero tampoco podía detener un sentimiento que luchaba por salir. Maximiliano la abrazó con todas sus fuerzas hasta que ella le correspondió, había imaginado de todo, menos que su hijo la estuviese apoyándola en ese momento.

—Perdoname...—Logró decir tras calmarse un poco.

—No tengo nada que perdonarte.—La miraba a los ojos.—solo...¿Es cierto lo que dicen...?

Victoria abrió muy grandes los ojos sin saber de qué manera responder.

—No...yo...no...—Se alejaba un poco de él.—no es mi amante.

Él solo la miraba.

—¿Engañabas a papá con él?.—Preguntó despacio.

—No, son solo difamaciones, yo nunca engañé al desgraciado de tú padre ni con el pensamiento.—Permaneció unos segundos en silencio.—Me enamoré de alguien más, llegó a mi vida en el momento menos inesperado.—Soltó.

Max abrió un poco la boca de la impresión, se había quedado sin palabras. Tuvo que levantarse y dar un par de vueltas por la oficina tratando de asimilar la avalancha de ese día.

—No puedo creerlo...—Se detenía frente a ella.—¿Dices que no engañaste a papá?.

Victoria suspiró profundamente e intentó levantarse del piso hasta que Max se acercó para ayudarla.

—Yo no lo hice, pero tú papá no dudo un solo segundo en hacerlo.—Le daba la espalda.—Hace mucho las cosas ya estaban rotas entre los dos, desde que descubrí todo.—Sonrió un poco amargo al recordarlo.—Yo amaba a tu padre Max, pero las cosas no vuelven ser iguales dos veces y menos...cuando había confiado tanto en él.

—Esta arrepentido, no pueden echar por la borda tantos años de matrimonio, nuestras familia...

—Ya no queda nada de nosostros Max.—Se giraba.—Ya no quiero que siga en mi vida, no puedo seguir atada a alguien que me hizo tanto daño sabiendo como me sentiría. Y nuestra familia Max, siempre vamos a estar para usted, siempre.—Lo tomaba de las manos.—Nada de eso va a cambiar, pero a lo que nosotros respecta, ya no hay marcha atrás.

Maximiliano fruncía el seño.

—¿Es por él?.

Victoria negó.

—Es por mi, por lo que quiero, por lo que me hace feliz...—Dijo algo triste.—aunque quizás las cosas no vuelvan a ser iguales, yo también merezco la oportunidad de volver a retomar mi vida.

—Aunque no quiera tengo que aceptar lo que tú deseas.—Le apretaba un poco las manos.—aunque con Fer no sea así de fácil.

Victoria bajó un poco la mirada.

—Debe estar odiandome.

—Ella no va a odiarte, tal vez se enojé y haga de sus berrinches pero ella jamás te odiaria, eres nuestra madre.












Heriberto terminaba de atender al último paciente del día, los buenos ánimos se habían cortado desde muy temprano, y que decir de la herida que sangraba en su pecho, no era fácil y tampoco podía seguir así, tan vulnerable y a la Merced de cuando Victoria quisiese, está vez, el golpe había Sido bastante fuerte.

Tomó sus cosas y salió del consultorio, sin siquiera detenerse a quitarse la bata, ya nada le importaba más que cerrar los ojos y olvidarse de todo a su alrededor, subió al ascensor con un par de colegas y solo se escuchaba el murmullo de lo que estaba pasando con Victoria, aquello era un doloroso tormento que lo perseguíria quien sabe por cuánto tiempo.

—Bueno.

—Solo quería saber...

—Ella está bien.—Le aseguró sabiendo por dónde iba.—te pido disculpas por lo que pasó.

Se hizo un silencio del otro lado de la línea.

—No tienes porque hacerlo, en parte también es mi culpa, debí ser más cuidadoso.

—Son cosas que están destinadas a suceder, no podemos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor.

Él suspiraba un tanto agobiado.

—Pero se pudo evitar, además...ya no creo que importe mucho.

—Heriberto...

—Cuidala mucho ¿Si? Y por favor no dejes que cometa una tontería.—Sonaba algo cansado.

La mujer al otro lado tragaba en seco, pensando en tantas posibilidades.

—No lo hagas.

—No haria nada que ella no quiera, pero está vez es lo mejor, no lo sé tal vez es lo que necesitamos, son tantas cosas.—Lo pensó un momento.—La amo, amo a esa mujer como no podrías imaginarlo, pero esto está acabando conmigo. ¿Prometes no decirle nada?.

—Yo...Heriberto.—Cruzaba los dedos.

—Prometelo.

—Lo prometo.—Cerraba los ojos.

—Gracias Antonieta y perdón por todo el revuelo, también fuí participé de todo eso, en el fondo la entiendo, nada de esto es fácil.

















«¿Alguna vez has sentido el cielo y el infierno al mismo tiempo, de una forma tan fascinante que deseas escapar de todo eso y a la vez quedarte a contemplarlo?

Bueno,
algo así es ella.»





La Dama De Hielo. V&HWhere stories live. Discover now