Capitulo 22-volar alto.

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La gente tira a matar cuando volamos muy bajo. Ser feliz es la amargura de otro.









Abrió los ojos y se vió reflejada en unos bonitos ojos luminosos, besando sin control esos carnosos labios que la estaban haciendo temblar de pies a cabeza, era un sentimiento que subía con lentitud, recorriendo cada pequeño ricón de la piel. Cerró los ojos y pudo sentir como la pieza de tela que la cubría se desprendía completamente de ella, por un momento sintió frío, pero solo por un momento. Heriberto sonrió algo malicioso contra sus labios y ella contuvo un poco la respiración.

—Esta noche te haré gritar Victoria.—Susurró con voz ronca.

Ella se sonrojó un poco, aguantando las ganas que querer apretar las piernas, las punzadas que le producía ese hombre era de otro mundo.

—Hazlo, solo por esta noche, quiero que me hagas gritar como nunca lo he hecho.—Insinuó tomándolo de los hombros.

Heriberto besó su pequeña nariz, mientras negaba por todas las cosas que imagínaba hacerle esa noche.

—Eres un maldito vicio, un vicio Divino.

Ella hizo ademán de querer sonreír pero aquella desapareció completamente de su rostro, al sentir como Heriberto la pegaba a la primera pared que vió más cercana, se agachó frente a ella para después quitar ese pequeño trozo de encaje que se interponia en su camino. El corazón se Victoria se aceleró a más no poder, era conciente de todo lo que se avecinaba, no pudo evitar mordisquearse los labios.

—Heriber...—Pero la voz se cortó, ese hombre hundía los labios entre aquellos pliegues húmedos. Fué como una gran explosión en su cuerpo, se retorció contra la pared fría mientras el placer se apoderaba de ella.—Ahh, Dios...Ahhh.—Cerró los ojos y Heriberto la tomó de la cintura mientras succionaba con fuerza.—Maldi....Ahhh—Gimió fuerte.

Las mejillas de Victoria de tiñieron completamente de rosa y para Heriberto era como beber directamente de la fuente de los deseos, le abrió aún más las piernas y la sintió temblar, encantado por tener ese poder en ella, hacerla desear más y más...comenzó a subir con algo de lentitud hasta llegar a los senos, prácticamente le arrancó el brasier, no supo a qué lugar de la sola fue a parar, pero era lo que menos le importaba, la miro al rostro y su corazón quiso explotar, amaba a esa mujer, en todas sus facetas y aunque en ese preciso momento quería hundirse completamente en ella y darle sin parar. Estaba enamorado de Victoria, tenía una locura preciosa.

—Te amo.—Dijo mientras se metía uno de los pezones a la boca, estaban duros, pero sabían a gloria.

Victoria no podría recitar oración alguna, sentía que las rodillas le fallaban que todo en su cabeza estaba revuelto y lo único que salían de sus labios eran grititos llenos de satisfacción. Heriberto tomó su boca en un beso casi salvaje, queriendo devorarla de alguna u otra manera, las manos bajaron peligrosamente hasta introduccirse en aquella vértice entre las piernas de Victoria. La escuchó jadear entre besos  descontrolados y tuvo que apoyar la cabeza de la pared, era más de lo que esperaba.

—Necesito...—Balbuceó acalorada.—No puedo....

Heriberto la besó con más suavidad para después alejarse un poco de ella y mientras se quitaba la ropa lo más rápido que pudo, admiró a la gran diosa que tenía frente a él, era verdaderamente hermosa y que sin duda alguna, sería su mujer, que se quitaba el nombre si no.

Se acercó a ella nuevamente, la tomó de la cintura e hizo que subiera las piernas hasta la cintura, estaban piel contra piel, sintiendo la fricción tan intensa entre sus cuerpos, la pretuberancia de Heriberto estaba tan dura y expectante que hasta Victoria suspiraba.

—Yo tengo que lo que necesitas.—Le dijo al oído, ella tembló y sin más preámbulo se introdujo en ella.—Estas tan mojada...

A este punto Victoria ya comenzaba a ver estrellitas, lo apretó lo más fuerte que pudo mientras él comenzaba a moverse suave en su interior, era casi como un dulce martirio. Heriberto subió con besos mojados por toda la curva del cuello al tiempo que aumentaba las embestidas, rápido y duro, justo como le había advertido.

—Santo...—Todo su cuerpo comenzaba a temblar, era tan intensa la sensación que no podía parar de gemir, no podía creer que estaba casi gritando.—Ahhh.

Heriberto bombeaba en su interior sin parar, sus cuerpos se movían a un mismo copas y cuando ella cerró los ojos supo que era todo, volaban tan alto como nunca. Se apoyó de su pecho escuchando lo rápido que galopaba el corazón de Victoria, casi a la par que el suyo, era una emoción indescriptible, pero como siempre esperaba estar, estaban tan agitados que casi no podían respirar, una de las entregas más intensas sin dudas.

—Te ves...hermosa despeinada.

Ella sonrió un poco.

—Me...—Buscaba un poco de aire.—necesitaré una...silla de.. ruedas...—Logró murmurar.

Él río un poco y por un momento Victoria se embelesó al verlo. Salió de un interior haciéndola jadear, iba de camino a la habitación con ella en brazos hasta el peculiar sonido de un teléfono lo detuvo.

—No.

—Se puede ir mucho a la fregada.—escondia el rostro en el pecho de Heriberto.

—Y tú y yo nos vamos a la cama.

Una sonrisita maliciosa nació entre los labios de Victoria, aquello apenas comenzaba.


















«Muy fría, pero si logras ganarte su corazón, el infierno es tuyo.»


La Dama De Hielo. V&HWhere stories live. Discover now