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—я был твоим поклонником—

Estaba ya en ese punto. En un estado asustadizo, terriblemente delicado. ¡No lo asusten que se muere! En un hecho irreversible. En una situación en la que tantear el terreno sería seguro, pero que, a pesar, el mayor porcentaje se lanza al vacío. 

¿Cómo había llegado a ese punto? 

No lo sabía. 

No sabía que había hecho con él, y no quería saber, porque le gustaba. 

Era extraño. 

Esa mañana había empezado con el pie izquierdo al convencerse de que el día sería abominable solo por el hecho de que el sol salía. 

Si tenía, como ahora, la opción de quedarse a vagar todo el día, lo haría.

Sin embargo, y con mucho pesar, seguía siendo un mísero humano que necesitaba de alimento para sobrevivir en cualquier ambiente y mantener esos rizos brillantes y fuertes.

Un par de acciones lo llevaron a salir de su sombría cueva, buscar la cafetería, ver que estaba cerrada, salir a buscar fuera del edificio y toparse con un joven, distraerse y suspirar peor que adolescente junto a sus amigas al ver pasar al chico de pelo bonito y lentes, y terminar, fruto de sus acciones, chocándose con el guardia de turno de la entrada que lo miró con odio cuando botó a la pista su triple supremo con queso extra.

—¡Hijo de tu madre! —Rusia tenía un cartel que decía "Odiable" pegado a la cara—. ¡Mocoso insolente! ¿Es así como vienen a pagarme? ¡Ingrato! ¡Bueno, pues! ¡Largo! ¡Sale si tanto quieres, pero por esta puerta no vuelves a pasar!

Y el hombre así lo hizo.

No le permitió ingresar a quiénes estaban fuera, o salir a quiénes estaban dentro, con un gesto de frialdad obstinada.

Y así es como su día empeoró.

Hasta que vio al mismo muchacho pelirrojo a su costado con el indicio de que al parecer esperaría a que el hombre se calmase —eso no sucedería hasta entrada la noche, tal vez, en el peor de los casos; y eran las diez de la mañana— para ingresar.

—Señor, y... ¿nos dejaría entrar si le compro otro? —Rusia lo vio preguntar.

Rusia tiene ganas de hundir el rostro en la tierra.

—No —contestó el guardia.

—¿Por qué no?

—Porque tú no caíste mi sándwich —respondió, cruzándose de brazos y girando la cabeza como si hiciera un berrinche. 

—¿Y si él le compra otro sándwich?

Rusia dejó de preguntarse de quién hablaba el chico, porque Perú había enrollado su brazo con el suyo sin miedo ni vergüenza, señalándolo.

—... No.Yo quiero el sándwich que tenía en mis manos, y no existe otro.

Perú miró al tipo a su costado y Rusia también lo hizo —en pocas palabras, entre ambos se dirigieron la mirada—, preguntándose con los ojos si aquel hombre de cara madura estaba por hacer un berrinche de esa categoría.

—¿Y si...?

—No.

—Pero no dije-

—Qué no.

—Pero señor-

—¡Qué no! ¡Fuera! ¡Largo! ¡Shu! ¡Úshcale

Hasta ahí, más o menos, así fue.

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⏰ Last updated: Sep 30, 2023 ⏰

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