I.

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El frio daba en lleno a su cuerpo y las grietas de la habitación que a ella le pertenecía no le hacía justicia, la lluvia caía con fuerza, como si estuviese furiosa con el mundo y quisiese inundar todos los lugares donde los humanos se habían establecido, la pequeña niña temblaba y sus pequeñas manos frías trataban de calentarse una a la otra, cosa que se le haría imposible.

Estaban en época navideña, donde el frio no conocía ni una pizca de calidad; había llegado ese año con maldad, no le importaba si había alguien que no tuviese guantes, abrigos o una gran manta para poder abrigarse y en ese caso, la niña era quien solo tenía un abrigo sobre ella, pero su pequeño cuerpo no recibía calor en ninguna otra parte.

Se repetía en su cabeza que algún día iba poder estar frente a una de esas grandes chimeneas de las que tanto hablaban las personas grandes, algún día iba poder estar al lado de un gran árbol abriendo tan siquiera un solo regalo, con emoción y fulgor, si se tratase hasta de una simple galleta, un vaso de leche o hasta un par de guantes; los atesoraría por siempre.

El chirrido de la puerta de aquella habitación hizo que se levantara alarmada, vio aquel hombre de pie y su cuerpo se heló un poco más a causa del frio.

—Despierta a esa puta, mocosa. —El hombre el cual tenía unos veinte y tantos se dirigió a ella, le enojaba que no la llamara por su nombre, pero al final del día por más que lo repitiera no le hacía caso, como lo mayoría de los adultos lo hacía.

La niña había visto varias veces a la compañera de su habitación entrar con hombres mayores a una de las habitaciones del lugar y cada que lo hacía escuchaba que ella gritaba: "¡Pare por favor!" pero ellos nunca le hacían caso, todas las veces que pasaba; llegaba, lloraba hasta quedarse dormida y al otro día duraba horas en el baño, si es que se le puede llamar baño a un gran tanque en la habitación con un hoyo en la parte inferior de la pieza para que el agua no se posara y saliera.

Ambas se repetían en su cabeza que todo estaría bien y que no importaba cuanto pasara, ellas podrían pasar otra navidad más siendo una adolescente de diecisiete años y una niña pequeña de ocho, dos almas que se habían encontrado en las peores situaciones, en las más miserables y tristes, pero que a pesar de eso habían compartido momentos felices... momentos que eran como la libertad de ambas: escasos.

La menor se levantó acercándose a la mayor, golpeaba suavemente su hombro para que esta se levantara, pero no respondía. —Está dormida, por favor deje que duerma y que pueda ser feliz en sus sueños. —Pidió la niña, pero esta era tan ingenua que no se imaginaba que la chica a su lado soñaba con los hombres que pasaban por su cuerpo todos los días, las había contado y... le repudiaba en su alma, más de cien hombres habían sentido placer sobre ella y nunca pudo hacer nada para evitarlo, uno atrás de otro.

—Oh, entonces creo que ya puedes suplir su lugar. —Los ojos de la chica que simulaba estar dormida se abrieron de golpe y su cuerpo se levantó rápidamente, no se percató de que el hombre ya estaba muy cerca de ella y de que la tenía en la palma de su mano.

—Ya basta. —Suplicó, pero fue ignorada completamente y el cuerpo de ella fue arrastrado a la parte externa de la habitación. La niña corrió pegando el oído a la pared, buscando poder escuchar algo, pero lo único que logró escuchar fue a Bruno, el que antes se llevó a su compañera de habitación: "Espero que enseñes a la mocosa a cabalgar tan bien como lo haces tú." Pero ella no entendió lo que el hombre quiso decir, pensó en ponys, en caballos, la niña era la más inocente.

Al pasar los días ambas compañeras de habitación cruzaban miradas muy pocas veces, estaban heridas, por el abandono de su familia y por como a una de ellas la arrebataron del seno de su hogar, la niña por su lado salía pocas veces de su habitación, lo hacía con cuidado de que Bruno no la viese y tratase de usarla de mala forma, cada que iba salir de la habitación la mayor le decía que se cuidara de aquel par de ojos porque en caso de que la viera cosas malas iban a poder pasar, y pasaron.

CASANDRA. [OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora