—No hay problema —le dice una de las profesoras, la más joven, que sonríe mirando a Ruel con las mejillas rojas—. Nos vemos mañana.

Zoe se abraza al cuello de Ruel con fuerza y me muero de ternura. Los grandes ojos azules de la pequeña me encuentran al separarse de Ruel y de golpe le entra la timidez. Mi amigo se pone en pie y sujeta la mano de Zoe que se pega a su costado queriendo esconderse.

—¿No vas a saludar? —le dice Ruel y ella se pega más a él—. ¿Zoe?

—Hola Peach —murmura evitando mirarme poniéndose roja.

Me muerdo el labio porque es lo más adorable del mundo. Tiene apenas cuatro años, es preciosa, muy parecida a Ruel pero con rasgos más delicados e infantiles.

—Hola Zoe —respondo muerta de ternura—. Un pajarito me dijo que vamos a ir a comer al Bill's Burger, ¿tienes ganas?

Ella asiente alegre balanceándose de la mano de Ruel camino al coche. La sienta en su sillita en la parte de atrás y enseguida arrancamos hacia la hamburguesería.

Entramos en el local y al instante los gritos de los niños atravesaron mis oídos. Buscamos una mesa vacía y encontramos una al lado de una pareja con dos hijos gemelos que estaban pelando con su madre para comer antes de irse a jugar al parque de bolas.

Miramos la carta y a los minutos apareció un empleado con el uniforme amarillo y rojo con una gorra alta muy graciosa. Tomó nota del pedido de los tres y se alejó para traernos primero las bebidas y las salsas para las hamburguesas y a los minutos apareció de nuevo con los platos de hamburguesas, patatas fritas y los trozos de pollo frito.

Mojé las patatas fritas en el ketchup y metí varias en mi boca. Ruel observaba a su sobrina que devoraba la hamburguesa que es más grande que ella y acaba con todas las mejillas manchadas de salsa con los carrillos hasta arriba de comida. Le pasa la servilleta por las mejillas para limpiarla pero enseguida vuelve a ensuciarse al dar otro bocado. Se llena la boca de patatas fritas y Ruel le da trozos de pollo que come encantada. Coge el vaso de agua ella sola y casi se lo derrama todo por encima. Me levanto y le voy a buscar una pajita que meto en su vaso y ella se pone colorada.

—Gracias —murmura tan dulce.

En cuanto se acaba la comida le pide a Ruel ir a jugar al parque de bolas con el resto de los niños. Él y yo seguimos en la mesa y cuanto vienen a recoger los platos vacíos le pide un trozo de pudin de chocolate que compartimos.

—Tu sobrina es un encanto —digo mirando a la pequeña corriendo en el parque de bolas con los otros niños—. La estás educando muy bien.

Ruel muestra una de esas pequeñas sonrisas torcidas y casi imperceptiblemente veo que se le ponen rojas las mejillas.

—Veo mucho a Elizabeth en ella —murmura sin perderla de vista.

—También se parece mucho a ti.

Zoe aparece a los minutos cansada y con el pelo revuelto y se sienta junto a su tío que le ofrece el vaso de agua que se bebe entero.

La ayuda a atarse los cordones de los tenis y yo aprovecho a ir a pagar la comida. Ruel aparece detrás de mí con mala cara y me encojo de hombros sacándolo a la fuerza del local e ignorando cuando quiere devolverme el dinero.

Me subo al coche ignorando a Ruel que bufa y arranca en dirección a mi edificio.

—Nos vemos mañana —digo cuando estamos parados delante de mi piso—. Hasta otro día Zoe.

Ella se despide con la mano y bajo del coche para entrar en el edificio.

Me cambio a ropa cómoda y me siento en el sofá con la televisión mirando la hora que pasa rápido para la llegada de mi madre. Le paso el cepillo a Magdalena, le pongo agua fresca y le doy unas galletitas de perro y después desaparece por el piso.

Red LightsWhere stories live. Discover now