Capítulo 1: El hijo del orate

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Sesiones con Adam Bloodmask

Día 1

Jamás he sido un hombre que confíe plenamente en los humanos, son seres que simplemente no me generan esa confianza a tal grado de soltarles la lengua, mucho menos para hablarles de mi propia vida, sin embargo últimamente he pensado que quizá esto sea lo mejor, a veces contando una historia es mas fácil de superarla, quien sabe, aun no confío como un embatolado y miope con apariencia de cadáver podría entender mi mente, pero quien soy yo para pensar de ese modo, algunas personas habrán tenido la misma reacción al verme por primera vez.

El consultorio del individuo en cuestión quedaba justo frente al Danubio, tan viejo y gris como esperaba. Apenas y conseguí donde aparcar en aquel estrecho estacionamiento oscuro y mohoso, a ver que edificio mas viejo, un conjunto de oficinas de abogados, consejeros vocacionales y uno que otro contador público.

Consultorio 302, marcaban unos números dorados en puerta, entré sin mucho interés y apenas di el primer paso hacia dentro me encontré con una mujer no mayor de sesenta años sentada en un escritorio, tecleando frente a un computador Apple mas viejo que el mismo consultorio, me miro por encima de sus empastados lentes y antes de dejarme decir la primera palabra, ésta rezongó:

-El doctor Heissman lo está esperando...

-¿No...necesita saber mi nombre antes?.-pregunté dedicándole una sonrisa seductora con la que pretendía ponerla nerviosa.

La mujer suspiró y subió su montura por encima de su tabique, dejando que la luz de una de las lámparas se reflejara en el cristal de sus lentes, sin muchas ganas y a punto de perder la paciencia, exclamó:

-El doctor me reiteró que no deseaba ver a más nadie el día de hoy, ¿es o no es usted Adam Bloodmask?

-Si...lo soy-me sentí regañado, regresé a mi infancia por un momento.

La mujer simplemente levantó su brazo y con su dedo índice me señalo una puerta al final de una sala bastante estrecha, me acerqué hasta esta, larga y poco iluminada, sus paredes estaban decoradas con muchas pinturas. Di gracias a dios por que estas no fuesen de Andy Warhol, aquel viejo consultorio con estilo retro me había hecho pensar que aquel doctor era un nostálgico de los años sesenta, época que si me preguntan solo valió la pena a nivel musical.

Me quedé observando dichas obras tratando de descifrarlas, eran grotescas, sin demasiado sentido, roté mi cabeza tratando de observar cuantas cabezas y traseros llevaba el hombre de la pintura, ¿un Dalí tal vez? No, demasiado grotesco para serlo.

De pronto oí un toqueteo de madera sacándome de trance.

-Algunos les resulta perturbadoras las obras de Francis Bacon.- la puerta abierta de su consultorio dejaba escapar una luz sofocante, ¿me habría muerto sin darme cuenta y estaban a punto de juzgarme?

-Ya quisieras ver la luz en tu juicio...-risas-

-Más perturbadoras me parecen las pruebas Rorschac.

-Pues supongo que tiene razón.-sonrió con sorpresa.- pero continuar nuestra hora en el pasillo me parece un tanto incomodo, ¿le gustaría pasar?

Seguí a la figura brillante que me invitaba a pasar, al observar mejor el consultorio me sentí cómodo, la luz artificial blanca de su escritorio, los muebles de color negro alrededor de su escritorio, parecía más bien una especie de sala de estar o un vestíbulo, además una ventana panorámica escasamente cubierta por una persiana vertical daba visión del Danubio, hermoso como siempre.

-Siéntese por favor.

Sin demasiadas ganas de obedecer tome asiento en el diván negro frente a su escritorio, no me gusta que me den órdenes...

Bloodmask: sesiones con el primogenitoKde žijí příběhy. Začni objevovat