▬ Las luces de la vidriera iluminaron el rostro de la femenina, sus ojos brillaban cual niña pequeña mientras observaba las antigüedades de aquella tienda. Sin embargo, dos muñecos excéntricos fueron los que acapararon por completo la atención de l...
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𝑬𝒑𝒊𝒑𝒉𝒂𝒏𝒚
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❛𝗗𝗲𝗹𝗶𝗹𝗮𝗵 𝗪𝗲𝘀𝘁𝗪𝗼𝗼𝗱❜
▬▬ Y sin darme cuenta, empecé a cubrirlos por gusto. A perder la cordura, a amarlos.
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El pelirrojo soltó un alarido de dolor, retorciéndose en el suelo mientras el líquido carmesí salía a montones por su estómago. El mayor lo había cazado nuevamente y él no había tenido oportunidad de defenderse.
En otra parte de la ciudad, aparecía un escenario parecido. Con una rubia como protagonista, la cual también se encontraba acribillando a un pequeño muñeco pelirrojo. Esta tomó su teléfono, marcando rápidamente a un número desconocido y colocando el móvil en su oreja.
— Dos menos, hermanito
La voz femenina habló, tocando con su pie derecho al poseído que ya yacía más que muerto en el paredón de aquel callejón, mientras una gran hacha se encontraba entre su cráneo y la pared. Una voz masculina respondió del otro lado, dando una afirmación.
Ante esto, la rubia sonrió y se dirigió a su Jeep Wrangler negra, la cual se encontraba con bastantes manchas y suciedad debido al trabajo que se le había encomendado hacer recientemente. Esos malditos adefesios se esparcian por doquier y no pararian hasta eliminar todos los fragmentos de las almas.
Por fin podría ir a casa a descansar, Andy se encargaria del resto.
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— ¡Maldita perra! Corre más rápido si quieres salvar tu estúpido trasero de muñeca
El de ojos celestes bufó, enojado ante la tardanza de la fémina. Estaban corriendo por su vida, después de todo.
— ¿Qué crees que hago, estúpido? ¡Recuerda que tengo vestido, maldito desconsiderado!
El contrario chisto ante el comentario de su pareja, no tenía tiempo de contestarle e iniciar una absurda discusión. Ambos continuaron corriendo por unos minutos más, con un castaño pisandole los talones.
— ¡Diablos!
El de cicatrices se quejó, esquivando por poco la bala que debía haberle pegado en su cien. Ambos pasaron por abajo de unas maderas, escapando momentáneamente de su enemigo jurado.
— Él está cada vez más cerca, tuvimos que matarlo cuando era un maldito niño indefenso
Golpeó la pared con enojo, siendo observado por su esposa.
— No es algo de lo que debamos preocuparnos ahora, lo más importante es huir de él. Luego asesinaremos al maldito
— Como sea, ¿dónde est-
— ¿Muñecos?
Una nueva voz se unió a la conversación, exaltando a ambos muñecos.
— Oh, aquí vamos de nuevo
La rubia murmuró, mirando al señor de mediana edad. El cual miraba a los dos individuos con incredulidad.
— Y un maldito viejo decrépito tenia que ser
— Tú tienes más de 50 años, cariño
— Cierra la boca, "amorcito". Déjame encargarme de esto, a lo clásico
Seguidamente, sacó su famoso cuchillo de su overol, asustando notablemente al mayor.
— ¡Espera! Tengo una idea..
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— Muévete a la derecha, imbécil
— Maldición, Tiff. No hay más lugar, mejor saca tu gordo trasero de aquí
Ambos se pegaron con el codo, empujándose continuamente para ganar la pequeña "competencia". No sabían como, pero habían llegado a la pequeña tienda del señor. Estando posicionados en la parte principal de la vidriera, todo obra de la idea de Tiff.
Y vamos, pobre del que los comprara.
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