Capítulo 25

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Me quedé sorprendida al ver que Yoongi estaba parado atrás de mí.

Se veía tan confundido como yo; él sostenía unas galletas y otras golosinas en sus manos.

—¿Y el autobús? —Volvió a preguntarme.

—No lo sé.
No sé en dónde está, yo solo salí y ya no estaba.

—¿Se habrán ido sin nosotros?

—No lo sé, ¿pero qué vamos a hacer?

—¿Tienes el numero de alguno de ellos?

—No.

—Entonces le llamaré al profesor. —Acomodó sus cosas en la otra mano y sacó el celular de su chamarra. Hizo varias llamadas pero el profesor no respondía.

—¿Y ahora qué vamos a hacer?

—Hay que esperar, tal vez regresen cuando se den cuenta de que no estamos.

Y lo peor de todo era que en el autobús había dejado mi mochila y mis cosas, y parecía que Yoongi también.

Nos quedamos sentados en una banqueta casi por una hora.
Después de eso pensamos que lo mejor era pedirle a cualquier carro que pasara que nos llevara porque estaba empezando a llover.

Pasó un rato y Yoongi detuvo una camioneta que era conducida por un anciano.
Dijo que no podía llevarnos al pueblo porque estaba lejos pero nos ofreció llevarnos a su casa mientras esperábamos a alguien que fuera a recogernos.

Llegamos a una granja y ahí fuimos muy bien recibidos por su esposa que nos ofreció un té caliente mientras esperábamos en la sala.

Yoongi estaba tratando de comunicarse con el profesor mientras yo veía por la ventana como estaba lloviendo muy fuerte, de pronto escuché que empezó a hablar con alguien por teléfono.
Colgó la llamada y me acerqué para preguntarle.

—¿Qué te dijo?

—Quiere que nos quedemos aquí hasta mañana porque no puede venir por la lluvia, el autobús se descompuso y está buscando quién lo arregle.

—Entonces ellos...

—Vengan a tomar el té. —Interrumpió la anciana con una dulce voz—. Después platican todo lo que quieran.

—Ya vamos —respondió Yoongi. —Pasamos a la cocina y nos sentamos junto a ellos.
Empezamos a tomar el té mientras platicábamos sobre como habíamos acabado en esa situación—. Siento mucho causarle tantas molestias —dijo Yoongi al señor—. ¿Pero cree que podríamos quedarnos aquí por esta noche?

—No es ninguna molestia, pero el problema es que no tengo otra cama para ustedes.
Lo único que les puedo ofrecer son unas clchonetas y unas sábanas.

—No importa —respondió Yoongi.

—En ese caso pueden quedarse.

Platicamos por un rato hasta que llegó la hora de acostarse.
El anciano nos llevó hasta una habitación vacía con una ventana por donde se podía ver que seguía lloviendo fuerte.

Nos dio unas colchonetas y dos sabanas.
Yoongi puso una colchoneta frente a la ventana, separada de la pared solo por unos metros y luego tendió la otra a su costado, dejando entre ellas un espacio de unos dos metros.

Me dejó una sabana y luego se fue a sentar bajo la ventana con las rodillas flexionadas.

Se veía pensativo o tal vez molesto.
Me senté sobre la colchoneta y empecé a quitarme los tenis.

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