Malas noticias.

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Charlotte se encerró en ella misma, después de la noticia de que dependía del señor Rickford, ya no era la misma. Callada, encerrada en su cuarto por horas, a la hora de la comida no salía nada de su boca, ya no pintaba o acompañaba a su hermana; Charlotte se había negado a hablar con cualquiera que deseaba dirigirle la palabra. El señor Rowling estaba harto de las rabiatas de su hija, lo hubiera soportado o lo hubiera esperado de Katherine (que era la más insensata de las dos), pero la actitud de Charlotte lo estaba molestando.

―Charlotte me preocupa. ―Dijo la señora Rowling entrando a la biblioteca de su esposo. ―Ella no es así. ―Dijo esta vez bajando la cabeza con la voz algo quebrada.

―Sólo hace rabietas, no es una cría para que se ponga en esas. Debe dar el ejemplo a su hermana ¿Y qué hace en su lugar? Comportarse igual o peor que Katherine. ―Respondió su esposo enojado y golpeando la mesa. Margaret se estremeció al notar la conducta de su esposo, y junto sus manos. ―Perdona, Margaret. ―Dijo al darse cuenta de cómo había tratado a su esposa, Rowling puso su mano derecha en el escritorio y la izquierda la puso en donde empezaba su nariz.

―Está bien querido, no debí importunar tus asuntos. ― Dijo Margaret aún con la mirada baja y sus manos juntas.

―Margaret, es sólo...

El señor Rowling se iba acercando hacía su esposa, pero Margaret abrió la puerta y salió antes de que su esposo pudiera acercarse a ella. Margaret cerró la puerta, dio la espalda a la puerta y puso sus manos en la puerta, como si tratara de que su esposo no saliera, lagrimas empezaron a salir de los ojos de Margaret, la señora Rowling puso su mano en la boca y luego salió corriendo a su cuarto.

***

Charlotte había estado durante tres semanas sin dirigir la palabra a su padre o madre. La pelirroja se encontraba asomada en la ventana, viendo a la nada, sus manos delicadas acariciaban la fina tela de la cortina, bajó su mirada al recordar que para sus padres sólo era un fondo monetario, luego volvió a posicionar su mirada afuera; cuando noto que un carruaje se dirigía a la casa de su padre, Charlotte frunció el ceño; caballos blancos guiaban el carruaje negro. Y la chica temió porque fuera el señor Rickford, temía que volviera con una respuesta definitiva, Charlotte corrió las cortinas con enojo tapando la gran ventana, sus manos ahora eran un puño, la chica dio un grito ahogado, lo detestaba, detestaba al señor Rickford y todo lo que tuviera que ver con él, lo odiaba, Adrien Rickford le había quitado su libertad; Charlotte se volvió a asomar a la ventana tímidamente y vio quien bajaba del carruaje no era el señor Rickford, era su hermano Edward, una alegría recorrió el cuerpo de la muchacha, quien al verlo salió rápidamente de su cuarto, bajó las escaleras y vio que su hermano se quitaba el sombrero que llevaba mientras entraba y le sonreía. Charlotte y Edward cruzaron miradas y se dedicaron una sonrisa, Charlotte salió corriendo a abrazarlo, como una niña pequeña va corriendo hacía su padre. Charlotte y Edward siempre se habían llevado bien desde pequeños, Edward siempre la cuidaba y veía por el bienestar de la pequeña Charlotte, y cuando crecieron nada cambio, sus lazos más bien se unieron, pasaban horas jugando ajedrez, leyendo o practicando con el piano. Edward se llevaba bien con ambas hermanas pero Charlotte era más sensata y cuerda que Katherine, por lo tanto Edward prefería pasar su tiempo con Charlotte antes de que Katherine saliera con alguna ocurrencia nueva.

― ¿Me has extrañado? Lo sé. ―Dijo Edward con un tono arrogante fingiendo ser uno de los compañeros de su padre, Charlotte levantó una de sus cejas y luego sonrió. ―También te he extrañado pequeña. ―Dijo al final con una sonrisa sosteniendo la mejilla de su hermana.

―Veo que ya te han dado la bienvenida. ―Dijo el señor Rowling detrás de Charlotte totalmente serio, Charlotte se separo de su hermano y bajó su mirada.

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