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𝘒𝘢𝘻 𝘉𝘳𝘦𝘬𝘬𝘦𝘳 - 𝘚𝘪𝘹 𝘖𝘧 𝘊𝘳𝘰𝘸𝘴
Camino por los callejones oscuros del Barril, dice ser el peor barrio de la ciudad de Ketterdam.
Vengo en busca de riquezas, voy por las ciudades buscando personas y lugares en los cuales apostar.
No suelo quedarme en un solo lugar por mucho tiempo.
Me han corrido de muchos lugares pensando que hago trampa.
Que cuente las cartas no significa que haga trampa, ¿O si?
—Club Cuervo. —El lugar perfecto para apostar.
Entró y analizó todo el lugar, formó una sonrisita, al ver las mesas con personas apostando y jugando.
Me acerco a una de las mesas en las que apenas va a empezar el juego.
—500 kruges. —Tiro mi guardamonedas al centro de la mesa.
—No jugamos con mujeres. —Habla uno de los hombres, con una sonrisa burlona.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo a que una mujer te gane? —Mira hacia otro lado y se queda callado.
—Por mí no hay problema. —Me guiña un ojo un Moreno como de mi edad, tiene buen estilo.
—Caballeros, ¿están listos? —Llega otro joven muy apuesto, alto, cabello negro, guantes negros, y atuendo impecable.
—Ella también jugará. —Habla él chico a lado mio.
—Bien. —Responde él que acaba de llegar sentándose enfrente de mí, no me había dado cuenta de que el bastón que lleva trae tallada la cabeza de un cuervo.
Por un momento creí que me correría.
—Juguemos Blackjack. —Habla con entusiasmo el moreno.
Tras hacer la apuesta inicial uno de los hombres reparte una carta boca arriba a cada jugador. Seguidamente nos da una segunda carta también boca arriba y otra boca abajo para la banca.
En cada turno mi mente hace cálculos con rapidez, haciendo sumas, una tras otra.
Intento verme los más tranquila posible, hay momentos en los que ni me doy cuenta y ya estoy moviendo la boca y los ojos de un lado para otro.
Debo practicar más en eso.
A veces cruzó miradas con el chico de cabello negro, su forma de mirar, su postura, su expresión seria, todo de él me intimida y a la vez me causa curiosidad.
—1000 kruges. —Él chico de cabello negro sube la apuesta.
Algunos se retiran, de los siete que habíamos quedamos cuatro en el juego, faltó yo por decidir si quedarme o irme.
