»No te preocupes por nada, a tu madre le han asignado una habitación, y tú compartirás una con Luce. Ella me aseguró que su ropa es suficiente para vestir a todos los invitados, y sabemos que eso es cierto.

Ambos reímos porque eso no era una metáfora, Luce cargaba con toneladas de ropa a donde fuese.

—Esta bien.

—Ella tiene la llave —continuó —. Está esperándote en el despacho de Mike. Segundo nivel, a la derecha,  última puerta. Tiene un letrero que dice "Michael Martin".

—Entendido, iré de inmediato —Aseguré despidiéndome con un ademán de mi mano.

Al menos una habitación es más privada que el baño independiente de un hotel.

Entré en el ascensor. En un momento estuve en el segundo nivel, y no me llevó nada de tiempo localizar el lugar a donde me dirigía. La puerta del despacho estaba media abierta, así que concluí en que podía entrar. En cualquier caso, el señor Orson me dijo que Luce me esperaba aquí.

Fue necesario tan solo poner un pie dentro de aquella oficina para percatarme de que era más grande que mi habitación. Contaba con dos secciones. El salón donde me encontraba tenía un estilo de sala de espera, con cómodos sofás, muebles de madera fina y también un arco incrustado en una pared que funciona como entrada a la segunda sección.

Donde debía encontrarse Luce ya que no la ubiqué por aquí.

Me desplacé en esa dirección y, sin avanzar más de dos pasos, escuché el sonido de algo plástico y compacto siendo aplastado por mi zapato. Di un paso atrás y dirigí mi vista al suelo encontrándome con una tarjeta magnética donde, segundos antes,  reposaba mi pie. Me incliné para tomarla percibiendo que era una de las tarjetas empleadas como llaves en este hotel. La coloqué junto a una bandeja con botellas de whisky y vasos antes de continuar mi camino.

En menos de diez pasos crucé el arco. No tuve que repasar el lugar con mucho ímpetu para encontrar a mi amiga. No obstante, hubiese deseado que ya no estuviese aquí antes de tener que verla sentada sobre un escritorio, con River entre sus piernas, bastante juntos; y revueltos, e, imagino, que a una temperatura similar a la del sol.

Por suerte, aún tenían su ropa puesta.

—Mis ojos —susurré muy bajito obstaculizando mi visión con mis manos.

Aclaré mi garganta cuando mi presencia provocó que detuviesen su apasionado y salvaje beso. Me sentí más incómoda que cuando mi estómago sonaba en público por falta de comida. Sin embargo, ella sabía que llegaría en cualquier minuto. Hubiese sido más inteligente que esperara a que pasara por la llave.

Ambos se giraron en mi dirección, observándome con una mezcla de «Madre mía, que vergüenza» y «Que inoportuna eres Bell ¿Eh?»...pero, como el mal ya estaba hecho, lo único que podría hacer era retirarme lo más rápido posible y dejarlos tratar con sus hormonas.

—Dicen que a los que interrumpen momentos como este le esperan diez años de mala suerte en el amor —Sentenció River.

—Yo ya he tenido 18 años de eso —Solté.

Esta imagen sería difícil de borrar. Tragué mi incomodidad en seco, junté todo mi carácter, y hablé.

—¿Me podrías dar la llave de la habitación Lu? —Fingí un tono tierno.

—Sí... —soltó con voz derrotada —. Está por ahí fuera.

—Gracias —Musité antes de desaparecer de su campo de visión.

Me retiré justo por donde había entrado. Caí en cuenta de que había tenido la llave en mis manos hace minutos y provoqué una situación incómoda en vano. Si el día seguía de esa forma tal vez no debiese asistir a la fiesta.

Tomé la tarjeta del lugar donde la había colocado y salí de aquel despacho a la velocidad de un rayo. Repasé la tarjeta buscando el número de la habitación. No tenía un vasto conocimiento sobre este hotel, realmente casi ninguno. Pero, sin duda, si una tarjeta decía "Suite Oro IV", debía estar entre las mejores. Según la clasificación diamante/oro/plata/bronce empleada en múltiples lugares de este tipo, y el lujo que acarreaba la palabra "Suite".

Me pregunté por qué nos asignarían una habitación de esas a Luce y a mí por solo una noche. No encontré una respuesta convincente. Supuse que quizás se debía a que Luce era la hija de su socio.

Me introduje en el ascensor y presioné el botón para llegar a la penúltima planta. El nivel que indicaba la tarjeta. Caminé por el corredor de ese piso buscando localizar la habitación, hasta que me topé con ella.

«Suite Oro IV»

Pasé la tarjeta por el decodificador de la cerradura y, luego de un «click», la puerta se abrió. Era una sala gigantesca. Las luces se encendieron a medida que me introduje. Había un sofá como para que quince personas se sentaran cómodamente, una televisión casi del tamaño de la mitad de una cama, incluso una mesa de seis sillas, y dos puertas a cada lado de la sala.

No obstante, había un desorden sorprende a donde sea que miraras y un aroma a jabón floral impregnaba el lugar, como si alguien acabase de salir de la ducha. Raro. Supuestamente Luce no había entrado a la habitación aún. Y yo tampoco. Llegué hasta el sofá en el medio de la sala, levanté una sudadera roja tirada sobre el y la acerqué a mi nariz. Apestaba a sudor masculino.

—Que agradable sorpresa.

Me exalté al sentir aquellas palabras susurradas en mi oído, solté la sudadera y me volteé.

—Tú...T-tú —tartamudeé abriendo los ojos exageradamente cuando me percaté del estado en que se encontraba Deccan.

Estaba casi desnudo.

—¿Qué haces tu aquí? —le pregunté.

No obstante, tenía una hipótesis.

Deccan se acercó peligrosamente a mi obligándome a retroceder. No logré apartarme mucho antes de que mis muslos se toparan con el suave respaldo del sofá. Dejando un rastro de gotas de agua a su paso, el castaño no desistió hasta estar piel con piel conmigo. La suya estaba húmeda, fría al tacto, lo que hizo que la mía reaccionara de inmediato. Pegó la punta de su nariz a la mía, y habló mirando directo a mis ojos.

—La pregunta correcta es...¿Qué haces TÚ aquí, florecita?

Era un hecho.

Había tomado la tarjeta incorrecta.

Un chico amante a las flores [✓]©Where stories live. Discover now