Reencarnación

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Estaba harto de las pesadillas, estaba harto de cargar con una culpa que no sabía de dónde venía, y estaba harto de ver los rostros preocupados de sus padres todas las mañanas. Solo ignoró las miradas de su familia como de costumbre, deseando que no mencionaran nada, y se sentó en su lugar junto a su hermano para comenzar el desayuno. Pudo sentir la indecisión de su madre antes de...

— ¿Las pastillas no funcionaron? — preguntó la mujer de cabellos rosas y ojos dorados, justo como los de él.

Akaza suspiró bajito. No es que no hubieran funcionado, de hecho se durmió bastante rápido la noche anterior, solo que a media madrugada Hakuji tuvo que despertarlo porque su pesadilla lo tenía llorando y temblando en la cama. Había sido muy considerado de su parte haberse quedado despierto para consolarlo y después dormir junto él en lugar de regresar a su cama.

— Digamos que las pastillas ayudan con el insomnio, no con las pesadillas. — respondió desanimado.

Sus padres se miraron con el ceño fruncido, sin saber cómo ayudar a su hijo menor.

— Quizá si te cansas en el entrenamiento con Keizo hoy podrás dormir mejor. — comentó su papá en tono amable.

— Será lo mismo.

— Podemos encontrar algún lugar dónde la lobotomía aún sea legal. — opinó Hakuji, golpeando con su hombro el de su hermano.

Akaza apenas sonrió, regresando el golpe con camaradería. Por fortuna ese día era uno más, sin cosas importantes en las que ocupar su mente hasta, quizá, al final del día, pues ambos hermanos y algunos otros amigos suyos estarían empezando un curso para el examen de la universidad. Pensó que había podido dormir bien durante el receso para no sentirse tan cansado, pero...

— Te traje un café porque dudo que puedas aguantar todo el curso en tu estado.

Akaza abrió los ojos con dificultad solo para encontrarse el rostro sonriente de Douma muy cerca del suyo, algo que lo despertó mucho más rápido que cualquier dosis de cafeína. Del susto empujó a su hermano sentado al lado suyo, quién le regresó el empujón bastante molesto. El rubio soltó una risa divertida al ver a los Soyama pelear por eso, mientras se sentaba al lado de Akaza en aquella banca.

— No creí verte aquí, Hakuji, pensé que te conformarías con heredar el dojo del papá de tu novia. — comentó el recién llegado.

Hakuji se encogió de hombros mientras tomaba más su distancia y poder así darle más espacio a su hermano para alejarse de ese acosador. Algo que Akaza obviamente aprovechó.

— Así es, pero mi suegro y mis padres insistieron en que estudiara una carrera. — respondió. — ¿Y tú? — inquirió mientras veía al rubio con sospecha.

— Yo obviamente no lo necesito, pero quería pasar más tiempo con ustedes. — dijo con una sonrisa.

Los hermanos lo miraron mal, pues sabían que no podían confiar del todo en esa persona. Douma insistió con el café y Akaza lo tomó porque se sentía cada vez más cansado con cada segundo que pasaba, y las charlas de ese molesto personaje no hacían más que darle sueño. De hecho en algún punto de la espera a que la clase empezara, el pelirrosa terminó con la cabeza sobre el hombro de su hermano, mientras este lo mantenía semi abrazado debido a que el rubio insistía en que él cargaría con el menor de los Soyama para que no se avergonzaran de la posición en la que estaban, cosa que Hakuji negó rotundamente.

— Sería peor si dejo que Akaza se acueste sobre tí. — negó el pelinegro.

— ¡Owww! ¡No sabía que él se sentiría avergonzado por eso...! — exclamó feliz el más alto.

Renkaza Week 2021Where stories live. Discover now