[Pintor]

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Como perteneciente a una familia noble, Yeonjun tenía que tener su retrato en la galería de su hogar.

La idea de posar durante horas no le gusta. Pero de pie en la enorme sala vacía, con el silencio juzgándolo y la soledad observándolo, Yeonjun se dio cuenta que lo que no le gustaba era la casa.

No estaba seguro de poder soportar vivir otro año más entre su familia; no era que fueran malos, al contrario, siempre lo llenaron de cariño y cuidados, sin embargo, la culpa y el miedo lo asfixiaban.

La expectativa era que continuara con el negocio familiar, se casara y tuviera una buena mujer y unos lindos hijos que a su vez harían lo mismo. La cadena interminable que estaba estrangulando a Yeonjun.

Su secreto no podía ser revelado por nada al mundo. No sería correcto, se le negaría todo y de amor le darían nada.

La primera vez que vio a Choi Soobin fue en ese mismo salón, listo para pintar el retrato de un hombre que tenía mil veces más de todo.

No se hablaron las primeras cinco horas y la charla tímida que surgió fue nada. El retrato no estaría listo hasta siete días después, cargado de detalles de rosas y hecho con los trazos más finos.

El segundo y el tercer día hablaron más, el cuarto y quinto se sonrieron, el sexto incluso se acercaron tanto que la piel se les erizó.

Le habían dicho que dios hizo el mundo en siete días. El mundo de Yeonjun cambió de raíz en solo siete días.

Soobin terminó el retrato y el miedo de no volver a verlo nunca más lo impulsóa hacerle pedido tras pedido. De lo que fuera y como fuera, la única condición silenciosa era que no se mantuvieran tanto tiempo separados.

ㅡ¿Quién robó la felicidad de tu rostro?ㅡpreguntó una noche el pintor.

ㅡ¿Disculpeme?

ㅡHe visto a mucha gente a lo largo de mi vida, todos parecen hechos de algo en específico; de miedo, de valor, de ira, tú pareces hecho de lágrimas de dioses.

Fue la primera noche en la que sus labios se tocaron.

Un roce mínimo que costó que se alejaran varios días, pero lo que se había atado en ambos corazones era imposible de deshacer y tarde o temprano se buscaron de nuevo.

Perdió la cuenta de cuántos besos más hubo, de cuántas caricias y abrazos. Todo lo demás se volvió insignificante, perdido en un segundo plano en el que no estaba el pintor y, por lo tanto, no era importante.

La noche que se dijeron palabras que hasta entonces parecían prohíbidas, se dieron cuenta que no podían seguir ahí, escondidos en una habitación con olor a humedad y velas de luz pobre.

Acordaron un plan que los llevaría a otro lado, donde no fueran los que el mundo quería ver, si no lo que eran en relidad. Quizá en medio de un bosque, rodeados de secretos que el viento les contaría, confiándole sus memorias al cielo.

La mañana del escape Yeonjun llegó primero al muelle, buscando con discreción a Soobin. El sol despertó a la gente y el viento les dio vida.

El primer barco se fue. El segundo también. El tercero abrió la grieta en el corazón de Yeonjun, un corazón reducido a cenizas por el fuego del dolor.

Yeonjun se quedó ahí dos días antes de resignarse a lo que no fue y encerrarse en su propia mente a imaginar que los sueños eran realidad.

Yeonjun nunca supo que Choi Soobin fue asesinado, que de él nada más se encontró su camisa manchada en escarlata.

Y sus almas siguen buscándose, tratando de encontrar el hilo que las ataba, sin saber que las garras de la crueldad lo habían roto hacía mucho tiempo.

[...]
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Drabbles 3 | SoojunМесто, где живут истории. Откройте их для себя