—Te aviso que perdiste lo especial esta tarde —me recuerda, cruzándose de brazos al apoyarse en el marco de la puerta—. Ahora no es lo mismo.

— ¿Así de fácil?

—Así es la vida. —Se encoge de hombros, sonriendo cuando hago una mueca.

—No eres justa, Camila.

— ¿Por qué no?

—Porque no hice nada malo, en cambio tú sí.

— ¿Y qué hice, si puedo saber? —Parece interesada en mi respuesta al ponerme toda su atención, aunque también se ve lista para contradecirme—. ¿Ser buena persona al comprar tu comida favorita? ¿Ser increíblemente encantadora al querer pasar todo el día contigo?

— ¿Buena y encantadora son los adjetivos con lo que te convences de que en realidad no intentabas hacerme cambiar de opinión a tu conveniencia?

—No, buena y encantadora es lo que soy —insiste, mirándose las uñas—. No sé quién te habrá engañado tanto para tener tantos problemas de confianza, pero no es sano que los focalices conmigo.

—Es impresionante como te convences de tus propias mentiras —le digo con diversión—. Suenas tan segura y ofendida de que piense por un segundo que querías manipularme que juro que te creería si ya no te conociera.

—Ay, Lauren —se ríe y hace un mohín con la boca—. Tú no me conoces.

—Bueno, como digas. ¿Vas a dejarme pasar o no? No tengo toda la tarde. —Le pregunto, tratando de ver qué hay dentro al mirar sobre su hombro. Camila me mira de pies a cabeza con algo que no puedo reconocer antes de asentir con la cabeza, y yo sostengo con fuerza los lazos de mi mochila antes de entrar a su habitación porque algo dentro de mí siente que está preparándose para algo, sin saber qué—. Además, ni creas que vine por ti después de que me negaras la comida china —decido bromear—. Quiero ver si estas habitaciones son tan bonitas como en las fotos. ¡Oh! Y la vista.

Cuando entro, me sorprende que sea tan grande, incluso más que en las fotografías. Es verdad que debe ser un efecto óptico porque además de la cama, el armario y las cajas con sus cosas no hay nada más que llene el espacio, pero... wow. Aquí podría vivir el resto de mi vida y no me quejaría ni una sola vez. Las paredes son completamente blancas y el piso tiene un piso flotante marrón oscuro que combina con una pequeña mesa de noche junto a la cama. De Camila no reconozco casi nada, sólo una lámpara que vi en su habitación el día que conocí a Julia y unas chaquetas que están desordenadas sobre una de sus maletas.

Imagino que todo se verá increíble cuando termine de acomodar sus cosas y decorarla, pero para mí lo más lindo es la vista. Se roba toda mi atención en cuanto me encuentro con un ventanal que muestra más de lo que esperaba para no ser un piso tan alto. Me llevo las manos a las mejillas y exagero mi asombro cuando subo más las persianas porque desde mi habitación se puede ver la puesta de sol, claro, pero sólo a cierta hora cuando los otros edificios no cubren la luz que más me interesa; una de las desventajas de vivir casi en el centro de la ciudad. En cambio desde aquí se ve todo más bonito, estoy hasta celosa.

— ¿La vista es lo que te interesa? —La escucho preguntar a mis espaldas.

—Se ve increíble —murmuro—. No puedes despertar con esto y tener un mal día.

—Mmmm —suena poco convencida—. No sé qué te impresiona tanto si me tienes aquí al frente. —Menciona mientras siento chispas en mis dedos cuando reconozco ese tono de voz y escucho que la puerta se cierra—. Cualquier vista queda en segundo lugar.

Suelto una risa, pero la verdad es que es difícil contradecirla cuando me giro hacia ella para volver a verla por lo linda que se ve. Me gusta cuando usa vestidos en tonos pasteles porque contrasta mucho con su personalidad, además de que resalta su piel y su figura. El que está usando ahora, uno blanco invierno con pequeñas flores en amarillos y púrpuras, le queda muy ajustado desde la cintura hasta caerle más arriba de la rodilla. Las mangas dejan sus hombros descubiertos y aunque no está maquillada, su pelo le cae en bonitas ondas hasta rodear un collar delgado de oro que le he visto otras veces.

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora