04| ESTA NO SOY YO

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Anha.


Peine mi cabello, viendo en el espejo del baño, asegurándome de que la pintura no se viese mal. Junto a mi Ro ponía la capucha de su disfraz, mientras intentaba que no se saliese todo su cabello.

-No muevas el brazo o se dañará el maquillaje -regaño ella utilizando el pequeño pincel que venía con el disfraz.

En unas cuantas horas sería Halloween y la fiesta ya debía estar comenzando. Casi nunca teníamos fiestas, solo cuando eran días como estos, San Valentín, Navidad o Año Nuevo.

Lo mejor sería que la aprovechara al máximo.

-No es tan fácil peinarme y lo sabes -me quejé.

-Ya acabé. Mírate.

Dirigí mis ojos al espejo y me sorprendió bastante creer que esa era yo. Estuve a punto de decirle algo a Rosario, pero los gritos de siempre nos hicieron saltar y volvieron a ponernos nerviosas.

-JA JA JA -resonó una risa tétrica-. ¡YA VIENE, YA VIENE!

La mayoría de los chicos sacaron sus cabezas por la puerta de sus dormitorios y miraron hacia el final del pasillo. Esa ala era la menos frecuentada por todos, ya que es solo escuchar los gritos, llantos y golpes te hacia querer salir huyendo.

-Qué escándalo.

Pegué un salto, viendo cómo frente a la puerta estaba Samid. Se veía extremadamente hermoso. Su piel parecía más pálida, traía una capa negra con roja y podía ver sus dientes en un tono rojizo que me hicieron temblar.

-¿Conocen a ese chico? -preguntó Cam.

Me sobre salte. Ni siquiera escuché sus pasos, ni cuando llegaron. Era como si hubiesen aparecido de la nada.

-Parece que no es de tener muchos amigos -finalizó Azafeth.

El moreno traía cicatrices en su rostro gris. Sus ojos, amarillos, parecían brillar bajo la luz lunar y su expresión era claramente de disgusto. Podía apostar, con apenas días de conocerlo, lo aburrido y molesto que estaba.

A su lado Cam sonreía ante los disfraces de Ro y yo. Traía una bata blanca, una corona dorada y un tridente que se veía bastante real.

Antes de que pudieran decir algo, él volvió a gritar. Esta vez provocando, que varios enfermeros corrieran a sedarlo, y dolor punzante en mi cabeza.

-NO SABEN LO QUE LES ESPERA. VA A VOLVER, YO LO SÉ. PRONTO, PRONTO. ¡ÉL VA A VOLVER!

Ro cerró la puerta del dormitorio y me cogió de la mano, con la esperanza de que mis pies se movieran porque los chicos ya se iban adelantando. Azafeth iba en silencio, a diferencia de Cam y Samid que iban parloteando como cotorras.

-¿Te sientes bien?

Siempre solía oírlo gritar, al chico de la habitación 600, pero solo eran de agonía, furia, nunca palabras concretas. Comenzó a gritar cosas sin sentido desde que esos tres chicos llegaron.

-Sí... -respondí volviendo a mirar el pasillo, ahora viendo como él sacaba su mano por la rendija de la puerta.

-No te creo. Sus gritos nunca te habían molestado -dijo Ro con voz seca-. ¿Qué pasa?

-No sé, me duele mucho la cabeza -contesté poniéndome la mano en mi frente.

Inmediatamente, como si me hubiese escuchado desde los cinco metros que iba delante de mí, Samid se giró.

DIVINO ©Where stories live. Discover now