02| ¿UN ESPÍRITU?

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Anha.


Al día siguiente, siendo un jueves, no pude evitar mirar a Rosario dormir en la cama continúa a la mía. Observé el reloj de la pared y suspiré con cansancio cuando vi que eran las dos de la madrugada.

Así se basaban mis noches, despertando cada hora por los horribles y raros sueños que tenía. Yo tomando un poco de agua y tratar de conciliar el sueño.

Seguía escuchando la melodiosa voz de aquel chico, sostenía mi mano y la besaba de manera tierna. Como si en cualquier momento fuera a desaparecer.

—¿Te volveré a ver? —preguntaba yo.

Él me sonreía y atrapaba mi cabello entre sus dedos.

Sí, como todas las noches.

Al parecer mi yo de antes no soportaba tener que verlo solo cuando el sol se ponía. No entendía la razón, de por qué siempre se iba y debía esperarlo hasta la noche siguiente.

En cada sueño, lo veía mirar el cielo, besar mis dedos con suavidad y mirar mi rostro fijamente. No hacía falta que dijera algo para que mi estómago sintiera mariposas.

Ese era el efecto que él causaba en mí.

A pesar de saber que tal vez hubiese muerto hace años, algo dentro de mí quería tener esperanzas.

La fe de que siguiera por ahí, en algún lugar del mundo.

Se me hacia raro intentar imaginarmelo en carne y hueso, frente a mi. Con su cabello rojo y rostro perfecto. No quería admitirlo, sin embargo, muy en el fondo tenía sentimientos encontrados hacia ese chico.

—No estoy loca, no estoy loca —susurre poniéndome mis zapatos.

Salí del cuarto, viendo que el pasillo estaba desierto. Miré al ala izquierda, en donde se encontraban los pacientes más problemáticos, y mi cuerpo comenzó a temblar cuando escuché algo venir de ahí.

—No es nada, solo es el viento. No es nada —me repetí a medida iba hasta la fuente de agua más cercana.

Arrastre mis pies, apretando el suéter de mi pijama entre mis dedos, llegando hasta el final del pasillo que dividía el ala izquierda de la derecha.

Se sentía la mala energía desde donde estaba, la oscuridad parecía comerse el pasillo entero y los gritos, y llantos, no paraban. Así era siempre.

Bebí agua, queriendo volver y poder intentar dormir otra vez, pero algo me detuvo.

Mejor dicho, alguien me detuvo.

Esa era la primera vez que lo veía frente a mí, como si de verdad existiera y no fuese producto de mi imaginación. Movió sus pies, sin ruido, y llegó hasta donde estaba. Nos separaba solo la línea de las personas que pueden recuperarse de los psicópatas y esquizofrenicos. Esa línea, que separaba las alas del instituto.

—Debes recordar que sucedió, Pepper.

Su voz sono igual de dulce que en mis sueños. Todo se sintió tan real que quise creer que sí estaba ahí.

—Yo...yo no soy Pepper. Mi nombre es Anha Cruz y tú no eres real.

Junte mis cejas viendo el suelo, directo a sus pies, y notando que flotaba sobre él.

Jamás había visto un fantasma en mi vida, pero él era el vivo ejemplo de que yo no podría huir, no completamente, de ese fantasma de mi pasado.

Él era mi pasado, el pasado que yo no recordaba del todo.

DIVINO ©Where stories live. Discover now