El Cuervo, La Luna y el Cielo

La Cuerda

Ezra volvió a salir, seguido de Sandor y otros tres hombres, que atados todos con una gruesa cuerda de sus cinturas, fueron venciendo al viento que los remecía violentamente, en sus intentos de alcanzar los graneros. De esta manera, por fin alcanzó un pedestal en la entrada de uno de los silos, ató de prisa el extremo de la cuerda para asegurar el puente que los sostenía y entró desatándose y dando voces con la intención de que algún niño le respondiera.

No recibió ninguna respuesta, cuando Sandor estuvo a punto de entrar, la ventolera se hizo más fuerte, uno de los hombres que iban tras de él cayó arrastrando a los demás que quedaron suspendidos en el aire como si fueran marionetas a merced de las ráfagas de un viento antinatural que todo lo removía. Herramientas y enseres empezaron a volar, todos empezaron a figurarse que aquello era un huracán o algo parecido, pero el fortísimo viento parecía solo cebarse en los alrededores de la casa de Ezra.

Gerard, uno de los que colgaba, se desató a fuerza de tanto zarandeo y fue a estrellarse en una pared. El brutal impacto cegó su vida en el acto ante la mirada atónita y de horror de los que se refugiaban en casa, Ezra y los otros. Lo único que se veía a la distancia era la sangre volando haciendo una estela, en bizarra y macabra visión.

Sandor cogió la cuerda y junto con Ezra empezaron a tirar de los otros dos que aun colgaban y chillaban mareados y perdidos pidiendo auxilio en medio de la maldita confusión. Haciendo acopio de esfuerzo no fueron capaces de acercar más de cinco metros a los dos hombres, que como veletas ondeaban casi desgarrándose en aquel viento de muerte.

Se soltó el segundo que fue a caer ensartado en una horca. Sus inútiles intentos de liberarse terminaron por romperle el cuello. Ezra y Sandor tiraron y el tercero saltó hacia ellos cayéndoles encima como un fardo de considerable peso. Aquel que creían haber salvado estaba muerto, consumido y marchito como una fruta cuando se pudre para siempre.