13

290 54 3
                                    

Aunque la visita a casa de izuku había terminado de manera desastrosa, bakugo se divirtió pasando tiempo con la pequeña eri. Le había tomado cariño a pesar de que la ha visto pocas veces, pero el saber todas las cosas que paso antes de ser adoptada y escuchar las historias divertidas que izuku le contó fue suficiente para quererla.

¿Y cómo no hacerlo? Si es una niña preciosa, cariñosa, divertida, amable y sobre todo tranquila. A bakugo le agradaba que no fuera como los niños que conocía, que gritaban y corrían por doquier, haciendo berrinches y llorando sin razón.

No había tenido una buena experiencia con niños, pero eri era agradable.

Su día habría tenido un final feliz si esas llamadas de su manager no hubieran aparecido en su celular cuando lo miro para comprobar la hora y si no tenía algún mensaje del pecoso.

El hombre estaba furioso, ya que el trato que había hecho con bakugo es que iba a dejarle descansar si este se quedaba en su casa y componía más canciones para su próximo álbum, pero bakugo había ignorado eso y había ido a ayudar a izuku.

A bakugo le costó una semana de castigo, golpes e insultos a los cuales ya estaba acostumbrado, pero no eran agradables en ningún caso.

Se sentía miserable, más horrible de lo normal, si bien izuku antes había logrado distraerlo un poco de sus problemas con las llamadas y mensajes constantes, esta vez no había sido suficiente para hacerlo sentir bien por lo que había ignorado todos los mensajes y llamadas del peliverde.

Este por su parte no comprendía el actuar del rubio, tan desinteresado de repente, se preguntaba si había hecho algo mal, si le había incomodado el comportamiento de la niñera de eri y se había enfadado.

Estaba nervioso por saber si el rubio aún quería ser su amigo, quizá era algo paranoico y extremista pero nunca había hecho algo como eso. Ignorarlo deliberadamente, algunas veces simplemente no contestaba y no veía sus mensajes e izuku comprendía que estaba ocupado.

Pero esta vez colgaba sus llamadas, miraba sus mensajes y no contestaba, se preguntaba si alguien más había tomado su celular, quizá lo había robado. Pero si eso hubiera pasado el rubio le hubiera hablado desde un nuevo número.

Así que la única opción que quedaba en la mente de izuku, era que bakugo ya no quería ser su amigo, así que desistió, dejó de insistir y llamarlo y dejo de mandarle mensajes.

—Quizá solo está demasiado ocupado, izuku. Él es un artista no creo que tenga tanto tiempo libre —Su amigo shoto intentaba convencerlo de que el rubio aún quería ser su amigo.

—Si, pero — quizá si había exagerado un poco, no conocía lo suficiente al rubio como para saber si lo ignoraba porque ya no quería saber nada de él o simplemente estaba ocupado.

—Relájate —"Que gran ayuda" quiso burlarse izuku, pero no se atrevió a hablar —Tu solo espera y si al final ya no quiere ser tu amigo él se lo pierde.

—Tienes razón, solo debo esperar —Luego de ambos hablar por un rato más colgaron la llamada y regresaron a hacer lo que hacían. Era un día domingo por la noche, así que izuku se encontraba descansando en su casa.

—Papá— escucho una vocecita detrás de él y volteo a ver, encontrándose a su hija con unas muñecas en sus manos.

—¿Quieres jugar? —la pequeña asintió, izuku se levantó y fue hacia la sala donde su hija tenía sus juguetes.

Ambos se sentaron y comenzaron a jugar, ya habían cenado y solo estaban esperando a que la hora de dormir de eri llegara para poder descansar.

—No princesa, ese caballero es mío —hacia una voz más aguda izuku al hablar —Usted está tratando de robarse a mis hombres —Eri río ante la sobre actuación de izuku y este le sonrió.

Iba a continuar con su mal actuado diálogo cuando su celular comenzó a sonar. Miro a eri disculpándose con la mirada, se levantó y contestó el celular al ver quien era.

—Hola —estaba nervioso.

—Hola izuku, perdón por no hablar contigo estos días —La voz cansada de bakugo se escuchaba del otro lado de la línea —Se que estuve mal al ignorar tus llamadas y no contestar tus mensajes, pero no he estado muy bien estos días, no diré por qué. Solo quería disculparme.

—Bakugo, agradezco que me hayas pedido perdón y sabes que puedes hablar conmigo de lo que quieras. Siempre voy a escucharte —Un pequeño suspiro de parte de bakugo se pudo escuchar.

—¿Tienes tiempo? —Preguntó de repente.

—Si —Izuku estaba impaciente por saber qué le diría el rubio.

—¿Puedes venir al bosque donde nos encontramos la vez anterior? — se le escuchaba cansado.

—Claro que sí, déjame duermo a eri y voy —declaró el chico de cabello verde — ¿Estás ahí ahora mismo?

—Si — y esa respuesta basto para que izuku caminara hacia su habitación en busca de sus llaves.

—Estaré ahí en cinco minutos, colgaré —Aviso antes de presionar el botón rojo.

Fue donde su pequeña y le dijo que saldría, la llevo a su habitación y le dio las buenas noches, dándole un beso en la frente y diciéndole que la quiere. Como todas las noches.

Salió de su apartamento sin hacer mucho ruido y llamó a un taxi para llegar al lugar lo más rápido posible, bakugo necesitaba un amigo y ese amigo era él.

Llego rápido al lugar ya que debido a la hora no hay tráfico, fue directo a donde tuvieron su encuentro la vez anterior y ahí se encontraba bakugo, mirando hacia el cielo fumándose un cigarro.

—No sabía que fumabas— Bakugo se asustó un poco ante la repentina presencia de izuku.

—No suelo hacerlo —Respondió simplemente.

Izuku se puso a su lado y no dijo nada, cerro sus ojos y bakugo lo vio extrañado.

—¿Escuchas eso? —Pregunto mirándolo directamente.

—¿Escuchar qué? —el rubio intento escuchar a lo que sea que el de pecas se refería.

—El canto del bosque —Dijo sin más— Es tan relajante, tranquilo y al mismo tiempo tan misterioso. Te incita a entrar en él, descubrir sus secretos; perderte entre sus árboles y morir en soledad dentro de su inmensa grandeza.

Bakugo se quedó asombrado y extrañado a partes iguales, asombrado por la capacidad del peliverde de pensar de esa manera y extrañado porque no sabía porque había dicho algo como eso en ese momento.

—Ya te lo había dicho antes, pero me recuerda a tu canto — izuku sonrió — me invita a conocer todos tus secretos, tu canto es tan hermoso y misterioso, me hace perderme en él, como si fuera un niño en el bosque.

Bakugo soltó una pequeña risa ante la filosofía del menor.

—Por eso, quiero que me cuentes que te pasa, quiero saber aquellos secretos que tu canto me invita a conocer — Midoriya toco el hombro del mayor y le sonrió.

Bakugo miro a los ojos a deku, tenía esa mirada de nuevo, esa mirada que lo descolocó la primera vez que lo conoció, esa mirada que lo incitaba a contarle todo de sí al chico que rogaba conocerlo.

Y por primera vez, se rindió ante la insistente mirada del contrario.

El canto del bosque •Bakudeku•حيث تعيش القصص. اكتشف الآن