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Sanemi se apresuraba a llegar a una ciudad en la que decían había un demonio acechando. Se suponía que ya debería de haber un pilar ahí, que pasó con él? Se habrá lastimado? Estaba lejos? Aún no se daría cuenta? ... O estará muerto ya? Esas preguntas merodeaban su mente sin descanso.
5 minutos después sus pensamientos dejaron de torturarlo al ver la respuesta. Giyuu, el pilar al que habían llamado estaba en el suelo con un demonio a punto de atacarlo, tan concentrado en este. Demasiado, que no notó el corte que Sanemi había echo en su cuello. No hasta que su cabeza se encontraba desvaneciéndose en el suelo y liberando un odioso olor a óxido.
— ¿Qué? ¿Ese inútil es mucho para tí? — bromeó el pilar del viento.
— Cállate — dijo Tomioka, Shinazugawa solo río levemente. El azabache intentó levantarse pero una de sus rodillas tembló y lo hizo caer de cara al suelo, llevándose al albino también en un intento de sujetarse
— Lo siento, yo... —
— Ya estarás contento, no? — el más alto se levantó y miró de mala gana a Giyuu, este se quedó dónde mismo, callado. Sanemi suspiró — ¿Estás bien? —
— Si, creo que... Ahg! — Tomioka se quejó del dolor al intentar ponerse de pie, no era nada insoportable pero lo tomó por sopresa. Una lesión por ligamentos cruzados, ouch, eso tardaría en irse. Sanemi puso sus brazos en jarra.
— No, la lesión... No creí lastimarme por algo tan absurdo — Sanemi río — ¡No te rías! —
— Lo siento, pero son cosas que pasan y lo sabes... Y perdón por llamarte inútil hace un rato, pero es que no pude evitarlo — Giyuu recargó su barbilla en el hombro de Sanemi, no muy lejos había una casa de glicinas, descansarían ahí para no tener que ir a la finca mariposa.
