•×• Headcanon: Akashi Takeomi •×•

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Takeomi conservaba una ágil mirada intimidante y divertida, de aquellas que bailan de un lado a otro con diferentes niveles de precisión para acallar bocas y aprovechar el momento, en ser él, quien hable por el rato. Con ese, no sé, poder de elocuencia que podría naturalmente, de forma agradable, gracial y varonil, llevar la batuta de la conversación sin que caiga la tonada en una sombra aburrida.

Cargaba la experiencia necesaria para que le llame la atención. No lo negaba.

—¿Qué?

Se removió en otra especie de posición, para verle mejor de frente, sin soltarle las piernas desnudas, gracias al short de tela jean que cargaba.

Ella suelta una risa escurridiza bien tímida y se tapa con la mano. Sin decirle nada.

La primera vez que habían salido, el hombre para mantener todavía ese cetro de formalidad, le llevó a un restaurante costoso. Siempre que pasaba por ahí con su moto, apartaba los ojos porque asimilaba que eran de esos sitios a los que jamás se daría la oportunidad de ir. Ni tanto por los costoso, o por esas raciones de comida comparadas a los residuos del almuerzo más bien. Pero excelente que el tipo tuvo el descaro de hacer la invitación para tal sitio. Ridículamente elegante por cierto; aunque, los encantos que poseía Takeomi le entraron en aquella zona blanda del corazón por donde lo siente más suavecito.

Pero a esas alturas ya empezaba a creer que que fue llevada a ese sitio solo para engatusar a su persona. Porque las siguientes veces, el tipo admitía que no podía entrar por voluntad propia a esos lugares. Que prefería quedarse en casa viendo las aves pasar desde su ventana y fumar un par de cigarros como la chimenea que es, y hablar, porque le gusta compartir ratos de anécdotas simples o debates minúsculos de política tonta.

En ese preciso momento, Takeomi le hizo otra invitación espontánea de esas que casi no le salen, para echarse en el sillón y jugar alguna bobada de niños. Cuando el rato fluyó, sus piernas encontraron comodidad plácida sobre las de él, quien aceptó la sugerencia llegado a ese punto lindo y placentero de consentirle con los dedos la piel, erizar sus vellos. No le había dicho nada al respecto. Pero de todas maneras, no se podía quejar realmente. Era un verdadero honor. No paraba de sonreír pícaro, adelantando sus emociones a viva imagen, que ni podía alcanzar el cigarro que dejó sobre el cenicero de la mesa.

—¿Qué me miras?

—Nada en particular. Eres un quisquilloso.

Medio abrió la boca para soltar un “¡Ja!” sarcástico. Sin preguntarle, arrastró sus piernas un poco más, para quedar un tanto más cerca. En otro tipo de ángulo nada práctico, hizo un movimiento extraño y le tomó el mentón. Casi estando sobre su cuerpo, el cabello suelto del sujeto le dio cosquillas por la zona de las clavícula. Se retuerce un poco ante tal acción, sin escudriñar los ojos claros.

—¿Ahora no me miras?

Se rió con nervios. Intentó no responderle con osadía, sin embargo, no encontró una pizca de incomodidad en lo que hacía.

Le llamó de nuevo, pegado a su oído. Podía sentir sus labios carnosos moviéndose y tocando parte de su cartílago.

El rostro le empezaba a calentar, para conectarse con otras partes de su cuerpo. Estaba hirviendo. Las respiraciones lentas picaban de esa manera nutritiva pegado a su oreja y cuello. Tembló ya siendo muy notoria su situación, Takeomi, se aleja despacio con la complaciente sonrisa ahí pegada. Le vino a la mente de que anteriormente nunca se habían besado como tal. En los pensamientos de él, tenía que pedir permiso. Quizás estaba actuando, ya siendo bastante tarde, fuera de los límites.

—¿Te incomoda que haga este tipo de cosas?

Vacilante, responde un No muy bajito para ser oído. Lo tenía prácticamente encima con aquella sonrisa, y justo venía a preguntar aquello. Cuando había llegado a su casa, tampoco es que hubiera pensado que su tarde podría escalar de esa forma. No tenía queja alguna. Todo indicaba de que él era mucho más fresco de lo que antes se pensaba.

Lo apartó con suavidad del pecho. Él se dejó manejar con docilidad, desprendiendo las manos de donde estaban. Cuando su espalda pegó con el sillón de nuevo a como era, se levantó quedando frente a frente con él. Takeomi esperó la siguiente acción de rechazo, pero para su sorpresa, aquellos brazos rodearon su cuello y se sentó en su regazo.

Sonrió feliz como un niño pequeño, expresando parte de su emoción en besarle las comisuras sugerente. No quería ir mucho más allá de aquel plan porque sería tentar a su suerte, dejaría que tomara su rumbo de a poco. Lo que no esperaba es que le guiara la boca hasta el cuello. Pero aprovechó la oferta ofrecida y repartió besos húmedos en hilera, sonreía y suspiraba contra su piel, causándole otro mar de cosquillas en un volumen inadecuado. Pero viajó de nuevo a su boca, quería besarle, mucho, terriblemente.

Y cuando lo hizo, se preparó mentalmente para que durara todo el tiempo que pudiera, mordiendo su labio inferior hasta robarle una respiración forzosa.

Pero bastardo sea el que tuvo la brillante idea de llamarlo en un momento tan importante.

Su teléfono sobre la mesa junto al cenicero vibró inesperado. Odiaba admitirlo, pero tenía que contestar. Sus ojos verdes con ese toque de turquesa y gris acabaron por ponerse serios del todo, y la frente ceñida. Le echó otra mirada al aparato con odio. Cuando se levantó, lo hizo cargando el cuerpo de la fémina, robándole un sonido de asombro divertido y alcanzó el teléfono. No quería perder la oportunidad de estar así de nuevo con otra persona, así que gracias a Dios tenía fuerza.

Al contestar, la voz pegada y relajada de Wakasa al otro lado de la línea le sacó un gruñido. Quería mandarlo al carajo, pero ante todo lo que dijo, solo respondió un Sí, y colgó.

—Grosero.

El comentario de la contraria alcanzó sus oídos. Sus cejas subieron, altanero. Lucía demasiado sexy estando de malas, con el toque de su cabello semi teñido caído al natural, sin el peinado que normalmente tenía.

Takeomi ya con el humor encendido de molestia gozó de no perder la compostura e ir al primer mesón alto que encontró y montar su cuerpo ahí, apretando sus caderas, bajar a sus piernas.

—¿Qué haces?

Desabrochó la correa, el botón y bajó el cierre del candente short de jean, con las manos templadas en dureza, separó sus piernas e hizo un paseo por las caras del interior de sus muslos. Tocando con su índice y corazón la tela que separaba su boca de la entrepierna nerviosa. Durante un buen rato, lo único que hacía era respirar contra su piel, provocando algo más que solo cosquillas con besos que dejaron de ser gentiles, hasta que la desesperación del acto ya le cobraba factura con muestra clara del temblor y la humedad que presentaba. Mordió la dermis cercana a la ingle, y un sonido vergonzoso escapó de aquellos labios. Peinó con los finos dedos el cabello de Akashi ya con bastante bochorno. Pero Takeomi, sin cambiar ni por míseros segundos su semblante, termina por quitar la pequeña prenda separatoria y le dedica un beso ahí abajo, con sus dígitos que apretaban las piernas alrededor de su cuello.

Menos mal la radio todavía encendida presentaba una lista de canciones exactas para apaciguar los jadeos obscenos con un volumen acorde, menos mal. No tuvo ni el chance de detenerlo ni la fuerza mental si quiera, estaba en el sucumbe por entero de la tibia lengua haciendo de las suyas.

Inclinaba de vez en vez la cabeza hacia atrás, y Takeomi jugaba con sus dedos. Su rostro tan serio e intimidante le robaba más suspiros de los calculados, que verle los ojos desde abajo podría ser considerado un premio o castigo.

Si así era estando de malas, no tenía mucho de qué quejarse.

Dejaré esto aquí y saldré corriendo

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Dejaré esto aquí y saldré corriendo.
Pero no sin antes decirlo: Takeomi viejo sabroso, adoptame por favor.

TR ━ [ᴴᵉᵃᵈᶜᵃⁿᵒⁿˢ ⁻ ᴼⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ]Where stories live. Discover now