Giró sobre sus pies y se dirigió a la balaustrada. Sacó medio cuerpo fuera y se llenó los pulmones con el gélido aire invernal para luego soltarlo muy despacio. No iba a entrar en el dormitorio marital poseída por el deseo, aunque le costara la vida... o un buen constipado. Se esforzó en dejar la mente en blanco. En apartar de su estúpido cerebro la imagen de Camila esperándole en la cama. Con uno de sus preciosos camisones. Seguro que era uno de esos escasos de tela que parecían combinaciones. El tirante se le habría deslizado por el brazo, dejando su hombro al descubierto... y el escote sería amplio. Casi podía ver, y saborear, el comienzo de sus níveos pechos. Dio un puñetazo sobre la balaustrada y enfiló de regreso al antiguo gabinete. Se detuvo antes de llegar. Sacudió la cabeza, furiosa, giró sobre sus talones y volvió a la barandilla. Permaneció allí hasta que el frío calmó un poco su ardor, y cuando más o menos lo hubo conseguido, se dirigió de nuevo a la puerta, asió el pomo y lo giró despacio.

    Camila sonrió al ver que su recién estrenada esposa al fin había encontrado el valor para dejar de pasearse y hacer lo que tenía que hacer: ¡acompañarla en su noche de bodas! Se recostó coqueta en la cama y dejó que el tirante del diminuto y casi transparente camisón que vestía resbalara por su hombro.

    Lauren abrió la puerta, y, sin darse un instante para pensar, entró en la habitación.

    Se quedó sin respiración y toda la sangre que había conseguido llevar hasta su cerebro a base de pasar frío volvió a descender hasta su... otro cerebro.

    —Lauren... ¿Estás bien? —inquirió Camila, incorporándose preocupada al ver que ella palidecía y se tambaleaba a punto de caer.

    —No voy a poder hacerlo —musitó apoyando la espalda contra la puerta a la vez que negaba con la cabeza—. No voy a poder. No se como comportarme debidamente, solo soy una mujer... ni siquiera eso. Soy una bestia en celo. No voy a poder ir lento. Me abalanzaré sobre ti, te haré daño, lo sé. Estoy demasiado nerviosa. Va a ser un desastre. Te arrepentirás de haberte cas...

    —¡Lauren, basta! —le interrumpió ella con voz severa—. No vamos a hacer nada esta noche —afirmó colocándose el tirante del camisón.

    —¿No? —murmuró ella, entre abatida y esperanzada.

    —No. Ambas estamos muy cansadas, así que vas a tumbarte aquí, a mi lado, y vamos a charlar un poco. Nada más.

    Lauren asintió en silencio, mostrándose de acuerdo... y también un poco desilusionada. Se tumbó de espaldas en la cama, junto a Camila, y está se removió contra ella, hasta adoptar la postura que tantas y tantas noches, hacía ya más de tres meses, había adoptado. Acurrucada contra ella, la cabeza apoyada en su hombro y la mano sobre su torso.

    —Ha sido una ceremonia muy bonita, ¿no crees? —le preguntó mientras le desabrochaba despacio los botones de la camisa del pijama.

    —Sí lo ha sido. La novia estaba tan hermosa que la otra novia a punto ha estado de desmayarse al verla —bromeó, aunque no estaba mintiendo.

    Camila sonrió al recordar ese momento. Incluso el capitán, que estaba junto a Lauren, se había apresurado a sujetarle cuando las rodillas parecieron fallarle.

    —Las malas lenguas dicen que la novia no prestaba atención al cura —comentó divertida acariciándole el torso.

    —Mmm... Sí... —gimió Lauren enredando los dedos en el sedoso cabello de su esposa—. La pobre muchacha estaba tan embelesada mirando a la novia que se le olvidó escuchar.

    — Menos mal que el profesor de la novia carraspeó cuando se le olvidó responder a la pregunta del cura sobre si quería desposarse con la novia —apuntó raspándole un pezón con la uña del pulgar.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now