01. Gemí y no de placer

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No me importó lo que pudiera salir mal, me propuse hacer caos a donde fuera hasta que me devolvieran al castillo.

*🏰*

Es extraño cómo podemos ocultar quiénes somos tan fácil.

Estuve algo resfriada, llevé un tapabocas en mi recorrido, mi mochila llena de maquillaje en la espalda y libros enfrente. Esperé llamar la atención como estaba acostumbrada al llegar a nuevos sitios, sin embargo, ninguna de las niñas despegó su mirada del teléfono para echarme una ojeada.

Hubo cientos de caras diferentes, con la excepción que dos específico se me quedaron rondando en la mente. Una rubia en medio del campo deportivo, recuerdo haber detenido el paso al estar sorprendida de que exista una persona tan alta, o al menos una mujer por la estatura promedio del país, juraría que mide como dos metros.

Acompañada de una pequeña con sombrero de ranita, iban juntas paseando por el patio hasta que se cruzaron conmigo en el pasillo. Estúpida, les sonreí aunque tuviera mascarilla en el transcurso en el que esperé que me dieran el paso, para mi sorpresa, la ranita me chocó. Aproposito.

—¡August, Ame, vayan a sus clases! No molesten a las nuevas, acaban de salir de detención ¿Se pueden comportar? —exclamó la encargada.

—Perdón soy miope. —farfulló la pequeña.

—No te disculpes —susurró la rubia, tomó su hombro encaminandola de vuelta en su recorrido.

Di vuelta mi cabeza para verlas, la señora que me acompañó tuvo cuidado al posar su mano en mi brazo como si tocara un objeto frágil.

—Su alteza, este es su cuarto —se irguió al tener mi atención—. espero no le moleste tener que compartirlo por ahora, de ser un inconveniente podríamos dejarlo para usted sola. No tuvimos más que diez horas para prepararnos.

Lo sé, yo también odio a la realeza y sus decisiones apresuradas.

—No se preocupe —le sonreí—. estoy perfecta así, muy amable.

—De verdad, cualquier cosa se lo cambiamos —la escuché preocupada—. ¡Jamás dudes en llamarme! Siempre para servir a nuestra nación.

¿Servir a la nación? ¿Que era yo un jefe militar?

—Entonces sin más que decir... —abrió la puerta, su adorable risa pasó a ser una larga línea recta—. oh, no es posible.

Fruncí el ceño, su desagrado parecía venir de dentro de la habitación, aunque todo lo que yo veía allí era una adolescente sentada encima de un mueble con la laptop sobre sus piernas. Ni siquiera nos miró al entrar, tenía todas sus ropas tiradas en su lado del cuarto aunque nada del mío, al menos era respetuosa.

—Ella no —se puso una mano sobre el pecho, como si fuera a dar un paro cardiaco—. ¡¿Por qué no avisaron que en la habitación 13 estaba Doglas?! Mil disculpas princesa, tenemos un pequeño inconveniente.

Menos mal que intentamos mantener mi identidad en privado.

—¿Eh? —avancé un par de pasos arrastrando mi maleta—. ya lo dije, estoy perfecta con lo que me den. Por favor déjame quedarme aquí.

—Se lo juro que es un error, esta es la peor opción ¡Le conseguiremos una suit!

—Es la última vez que lo repito —mi tono amigable desapareció—. aquí me voy a quedar, si sigue insistiendo lo consideraré atropello —me puse en frente suyo—, ha sido un placer.

Traté de cerrar la puerta, la paró con sus manos tan decidida que dudé por un momento estar en verdadero peligro.

Pero como nadie me dice que hacer y me gusta tomar malas decisiones, la empujé con mayor fuerza logrando cerrarla con llave mientras le gritaba —de manera amable, claro— que me dejara en paz. Combinado con lo agradecida que estaba por su recorrido.

Si ellas quisieranWhere stories live. Discover now