—¿Qué te dije ayer que hicieras?

    —Anna, no puedes pedirme que me olvide de ti, que te deje morir... —Otro bofetón.

    —Por supuesto que puedo. Te he criado y tienes que obedecerme —siseó la anciana con tal ferocidad que hasta Biel dio un paso atrás—. ¿Cuántas veces te he dicho que no te permito que te endeudes por mí? —Lauren se quedó callada, y por eso recibió otro bofetón—. ¡Cuántas!

    —¡Miles! —estalló por fin—. ¡Y me da lo mismo, nunca te obedeceré! ¡No voy a permitir que te pase nada!

    —¡Cabeza de chorlito! ¡Tanta inteligencia desperdiciada por culpa de tu estúpida terquedad! —Le aferró el pelo con sus largos y arrugados dedos y tiró con fuerza, obligándole a inclinarse hasta que sus cabezas quedaron a la misma altura—. No volverás a hacerlo. No volverás a humillarte por mí —susurró Anna en voz tan baja, que solo Biel que estaba junto a ellas pudo escucharla.

    —Haré lo que sea necesario. No dejaré que te pase nada. ¡Nunca!

    —Pequeña, no te das cuenta de que no puedes evitarlo, no luches contra el destino, perderás —sentenció Anna soltándole el pelo para acariciarle la cara—. No soy importante, tú sí.

    —¡Claro que eres importante! ¡Lo eres todo para mí! —susurró Lauren con extrema sinceridad enmarcándole el rostro con ambas manos, las abrasiones de sus muñecas claramente visibles.

    — ¿Otra vez mintiendo, Lauren? —Le miró con aquellos ojos que siempre parecían ver en lo más profundo de su alma para luego señalar a la joven que, sentada en su silla de ruedas, las observaba emocionada—. No me queda vida, mi niña, y la tuya apenas está empezando, aprovéchala. La felicidad está al alcance de tus manos, pero tienes que darte prisa y aferrarla con fuerza antes de que se te escape. No puedes perder el tiempo conmigo, ¿no ves que no merezco la pena? Tu futuro no va a esperarte eternamente. Deja que regrese a mi casa y vuelve a tu mundo.

    —¡No! —siseó Lauren con ferocidad cayendo de rodillas para abrazarse a la diminuta mujer—. Buscaré otro trabajo, ahora soy más lista y puedo ganar más dinero, pagaré a los mejores médicos. Cuidaré de ti, ya lo verás. Te pondrás bien y volveremos a pasear por el puerto. Te enseñaré cómo funcionan los motores. Soy la ayudante del jefe de máquinas de un barco, ¿no quieres verme vestida con el mono de mecánico? —sollozó con la cara oculta en la cintura de la anciana.

    —Mi niña, mi pequeña... ¿qué voy a hacer contigo?

    —Solo quererla como ha hecho hasta ahora —susurró Biel acercándose a ellas para poner su recia mano sobre la cabeza de Lauren—. Yo me ocuparé del resto.

    Lauren terminó de asearse y, aunque no se sentía limpia, se vistió de nuevo y bajó cabizbaja a la sala de estar, donde estaban esperándola. No debería estar allí, pero Anna no le había dejado otra opción, le había enredado hasta hacerle prometer que regresaría a la mansión con su abuelo, y acto seguido le había exigido el cumplimiento de la promesa para luego darse media vuelta y entrar con la espalda muy erguida en la casa de curación. Había intentado seguirla, pero ella se había retirado al pabellón de las mujeres y los guardias no le habían permitido el paso. Y en ese momento, su abuelo le había hecho una oferta que no pudo rechazar. Regresaría con ellos esa noche, hablarían con Doc sobre la salud de Anna, y a la mañana siguiente, con soluciones en las manos, volverían a por ella.

    Entró en la sala, Sinuhe y Camila, sentadas cerca de la chimenea, la miraron compasivas mientras que el capitán y Doc, con semblante severo, permanecían de pie tras ellas.

    —Siéntate, Lauren, Doc tiene bastantes cosas que decirte —apuntó Biel tomando asiento a su vez.

    Doc esperó hasta que la joven se sentó, muy cerca de la silla de ruedas de Camila, y luego comenzó a hablar con voz templada.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now