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Si tuviéramos que describir la relación de Renjun y Jaemin, las palabras tranquilidad, confianza y pasión definitivamente entrarían en aquella descripción. 

Por un lado, estaba Jaemin, quien siempre había sido un chico bastante cariñoso y amoroso con todo aquel que se ganara su respeto, razón por la cual siempre bromearon con la pobre persona que tendría que soportar a un Jaemin empalagoso y enamorado. 

Por otra parte, estaba Renjun, quien aunque lo ocultara, también era un romántico empedernido. Le encantaban todos aquellos detalles amorosos que sus parejas tenían con él, desde una simple nota de declaración de amor, hasta la máxima expresión de amor que pudiera existir; aunque de esta última aún no estaba seguro si existía. 

Así que, cuando estos dos chicos se conocieron, todos estuvieron de acuerdo que aquella sería lo más cercano a una relación perfecta ante sus ojos. 

O lo más cercano que hubiera a ello, aclaremos que eso de idealizar demasiado el amor nunca resulta bien. 

Retomando, aquel verano — justamente la estación favorita de Renjun. — en el que se conocieron, había sido uno de los más desastroso para el mayor, tenía todas sus expectativas sobre el mundo por el subsuelo, digamos que había conocido a las personas equivocadas. Ya estaba cansado de todo eso, y tras haber vivido casi toda su adolescencia en Corea del sur, estaba considerando seriamente volver a China, no le importaba tener que vivir con sus abuelos de nuevo.

Pero entonces, como un ángel caído del cielo —tan literalmente como puedan imaginarse—, conoció a Jaemin, a quien le bastaron menos de dos minutos de mirar a Renjun para saber que sería su novio. 

Fue un poco difícil en un principio, porque como habíamos dicho, Renjun había hasta cotizado sus pasajes de avión para volver a China, y aunque Jaemin le gustaba, no estaba seguro si debía quedarse sólo por él. 

Sin darse cuenta, eso de comprar su pasaje fue aplazo por otros tres meses hasta que finalmente decidió quedarse una vez más en Seúl. 

Era increíble, Jaemin era algo así como un príncipe moderno, y eso volvía un poco loco a Renjun. 

Tenían citas todo el tiempo, ya fueran idas al cine, o un tranquilo paseo por el río Han. A menudo también salían con su grupo de amigos que ahora compartían, y tenían una comunicación que muchos envidiaban. Si algo no les parecía correcto dentro de su relación, enseguida se lo hacían saber al otro, y así mismo con las cosas que les gustaban.

Lo que más le encantaba a Renjun, fue sin embargo, algo que descubrió varios meses más tarde, cuando al cumplir casi el año como pareja, se mudaron juntos. La convivencia en un principio también había sido difícil, tampoco vamos a negar verdades; cada uno estaba acostumbrado a vivir cada uno en su propio espacio, con sus propias reglas, adaptarse a la compañía del otro había sido hasta crítico. Pero lo habían superado, claro está, ambos establecieron ciertas reglas y con ello pudieron vivir en armonía y amor... demasiado amor. 

Sólo digamos que no había lugar en aquel lindo departamento en que el par de chicos no se hubieran amado de la forma más pasional que conocían. 

Renjun amaba abrazar a Jaemin por la noche, sentir las caricias que este dejaba en su cintura y su respiración en su cuello, escuchando diariamente tiernas palabras de amor que el menor le decía. 

Renjun se sentía el hombre más afortunado de la tierra. 

Pero... porque sí, siempre hay un pero;  después de cerca de seis hermosos años estando juntos, las cosas empezaban a fallar. 

La primera advertencia fue aquella noche en la que Jaemin en vez de abrazar a su novio como usualmente lo hacía, se dio la vuelta y apagó su luz de noche, dándole la espalda al mayor. 

the end; renminWhere stories live. Discover now