Isembard abrió la boca para replicar, y volvió a cerrarla al recordar como su alumna se inclinaba tras Camila, a un suspiro escaso de su rostro, para comentarle cualquier cosa, por trivial que fuera. No cabía duda de que el trato que ambos destinaban a la muchacha no tenía comparación posible.

-¿Qué demonios está haciendo? -exclamó Lauren de repente, pegando la frente al cristal-. ¡No se atreverá! -jadeó colérica.

Isembard, confundido, se apresuró a mirar por la ventana. Marc se había detenido en un rincón del jardín plagado de rosas, aplastando las preciosas flores con las ruedas, y se había colocado frente a Camila, ligeramente inclinado y con las manos apoyadas sobre los reposabrazos de la silla.

-No veo que hay de malo en... -calló al ver como el sobrino del capitán se cernía sobre la muchacha para a continuación besarla en los labios-. Vaya, eso sí que es inadecuado -musitó-. ¡Lauren! -Se giró al sentir un fuerte portazo-. ¡Diantre!

Echó a correr, y al salir del estudio comprobó que, tal y como había temido, Lauren recorría con largas y apresuradas zancadas la galería en dirección a las escaleras.

Se avecinaba un desastre.

-¡Lauren, detente! -le ordenó en el mismo momento en el que dejaba atrás la biblioteca. Por supuesto, no le hizo el menor caso-. ¡Maldita sea, he dicho que te detengas ahora mismo!

Lauren se paró al escuchar el improperio, era inconcebible que proviniera de la boca del estirado y educado profesor.

-¡Qué! -gritó dándose la vuelta.

-Regresa al estudio, ¡ahora mismo! -le exigió Isembard llegando hasta ella.

-En cuanto le parta la cara a ese hijo de puta -replicó Lauren dirigiéndose de nuevo a las escaleras.

Isembard le retuvo prendiéndole por la camisa. Lauren se revolvió enfurecida. Y así fue como los encontraron Biel y Enoc.

-¡Qué demonios pasa aquí! -exclamó el anciano saliendo del despacho.

-Nada. -Isembard se apartó de Lauren-. Su nieta y yo tenemos diferentes puntos de vista y estamos debatiéndolos -explicó fijando la mirada en su alumna.

-¿Lauren? -Biel observó a ambos con el ceño fruncido. No parecían debatir. Más bien daba la impresión de que estaban a punto de liarse a puñetazos.

Lauren miró a su profesor, a su abuelo y al señor Abad que le sonreía burlón con los ojos entornados. Luego dirigió la mirada a las escaleras, cerró los ojos e inspiró con fuerza.

-¿Algún problema, Lauren? -reiteró Biel golpeándose con el bastón los zapatos.

-Dígale a su sobrino que no meta la nariz donde no debe o se la aplastaré. -Lauren echó a andar hacia el estudio, chocando a propósito contra el hombro de su maestro.

Isembard apretó los labios y caminó tras ella, o al menos lo intentó.

-Señor del Closs -tronó Biel-. Explíqueme qué ha sucedido.

-Tenemos cierta disparidad de opiniones sobre el comportamiento adecuado e inadecuado. Si me disculpa, tengo una lección que impartir -masculló dirigiéndose al estudio para cerrar la puerta tras de sí con un fuerte golpe.

Biel abrió los ojos como platos al escuchar la descarada respuesta. Luego sonrió ladino.

-Lauren está muy irritable. Parece que mi plan comienza a dar sus frutos.

-Esperemos que no estén podridos -musitó Enoc fijando la mirada en el estudio a la vez que negaba con la cabeza. No le gustaba nada que maestro y alumna discutieran.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now