✨ Café Lune ✨

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¡Llegamos a 1K! Estoy tan contenta, nunca había llegado a tener 1K en ningún libro. Bueno, pues como dije anteriormente, preparé una sorpresa para cuando llegáramos a esta cifra... Escribí la primera parte de una historia que tendrá como máximo dos partes. Dejaré aquí un adelanto, pero podrán encontrar la versión completa en mi perfil.
¡Muchas gracias por leer!

Paris, la ciudad de la luz

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Paris, la ciudad de la luz. Una ciudad en donde el tiempo parece haberse detenido, y al mismo tiempo parece correr más rápido de lo normal. Para Noé, otoño era una estación que no le terminaba de gustar. Le gustaba el poder usar ropa cómoda con un abrigo ligero, puesto que no hacía tanto frío. Además le encantaba el paisaje de tonalidades variopintas, predominando el ocre. Sin embargo, la bella época otoñal era opácada por las frecuentes lluvias. El paisaje se volvía gris y lúgubre. Más cuando anunciaban tormentas, y que las pocas almas que no consultaron el clima esa mañana, tenían que "pasearse" por las húmedas calles parisinas.

Este era el caso de Noé, quien había olvidado el paraguas esa mañana, al igual que su almuerzo. El albino no podía creer que pudiese haber algo peor que lo que ya le había ocurrido esa mañana, puesto que la ligera lluvia había humedecido sus blancas hebras y las sueltas de sus botas, por lo que casi se resbala en las escaleras del metro. Pero si algo aprendió Noé esa tarde, es que siempre puede haber algo peor. Hoy harían unos trabajos en la oficina en la que trabajaba, por lo que su jefe les dejó salir temprano. Ilusionado con la idea de volver rápido a su modesto apartamento, donde Murr le esperaba dormido en la entrada como siempre, no se fijó que afuera había una tormenta. Eso causó que saliera sin preocupaciones al exterior, y se empapase por los 10 segundos que le llevó volver al interior del edificio.

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Era un pequeño café, al parecer especialista en el café de calidad, puesto que desde su posición veía unos grandes tubos empotrados en la pared que contenían granos de café, estos tenían unas etiquetas que no lograba leer por la distancia. El mostrador estaba vacío, lo que le pareció curioso, ¿no debería estar alguien ahí asistiendo a los posibles clientes? Un estruendo le recordó de la tormenta, y pensó que seguramente se concentren en los clientes que ya están adentro.

Repentinamente, y rompiendo con sus suposiciones, un muchacho de complexión delgada bajo las escaleras hasta estar frente a los grandes tubos con granos de café. Accionó una de las máquinas centrales, y recolectó una moderada cantidad de granos. Luego, con movimientos que desprendían una elegancia inata, se dedicó a moler los granos. Finalmente, recolectó el café recién molido, y lo vertió en una pequeña y blanca taza de café. El muchacho, que estaba a punto de dirigirse a las escaleras para seguir con su labor, se detuvo al ver a alguien de reojo fuera del local.

A Noé se le erizó el vello de los brazos cuando aquellos orbes cerúleos se posaron en sus orbes violetas. La intensa batalla de miradas dio fin cuando el muchacho desvió su mirada para posar con suavidad la taza que portaba en sus manos, y dirigirse con pasos rápidos a la puerta principal. Al abrir, el típico olor a café inundó las vías respiratorias del de tez oscura. Además la dulce fragancia que emanaba aquel muchacho le transmitió un sentimiento sobre cogedor.

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Mas mi línea de pensamiento fue quebrantada al ver el metro llegar, a estas horas siempre solía estar poco transitado, y más teniendo en cuenta la reciente tormenta. Entré y me senté en el sillón pegado a la otra puerta, sacando un livre de poche de mi mochila. Repentinamente escuché el estruendo de alguien cayendo, luego una disculpa en forma de grito, acompañado de unos jadeos. Con extrañeza, esperé escuchar algo más, pero grande fue mi sorpresa al ver al mesero de ojos azules correr escaleras abajo. Comencé a escuchar la típica alarma, previniendo el inminente cierre de puertas. Apreté mis puños con ansiedad, deseando que el mesero logre cruzar a tiempo. Cuando las puertas empezaban a cerrarse, Vanitas cruzó la puerta de un salto, mientras sujetaba su cabello previniendo que este se atascara entre las puertas. El de tez pálida se desmoronó en el asiento de mi derecha, mientras el metro empezaba a caminar.

El ambiente, anteriormente silencioso, se llenó con los rápidos jadeos y bocanadas que daba el recién llegado, tratando de recuperarse del pequeño maratón que acababa de correr. Sus respiraciones irregulares se complementaban con el sonido retumbante que el transporte emitía al pasar por las vías metálicas. Al admirarle, pude notar como sus terza piel había cobrado un tono carmesí, y sus ojos entrecerrados lucían aliviados por haber abordado justo a tiempo. Saliendo de mi trance, le abanique con el pequeño libro que tenía entre las manos.

Vanitas no randomWhere stories live. Discover now