•×• Headcanon: Inui Seishu •×•

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Al terminar de pincharle los raspones con algodón alcoholizado, ordenas la pequeña mesita que posee con diferentes objetos de primeros auxilios en el antiguo taller de Sano Shinichirō, su capacitado refugio en alianza con Kokonoi, un personaje intachable en diferentes escenarios junto a Inui. Al que tenías días sin ver por esos lares.

Cabizbaja, Seishu seguía con esa expresión atónita mirando el suelo polvoriento.

Su piel fría y blanquecina, junto con los pequeños toques de la luna y su luz entrando por distintos huecos de la pared contraria, lo hacían lucir genial, fantasmal, fantasioso e irradiaba una extraña pureza. Las motas de polvo subían por aquellas ráfagas de luces, alumbrando el proporcionado cuerpo tallado por constelaciones superiores.

—Inupi –lo llamaste. Se contornea con equilibrio; el rostro cargado de anhelo y nostalgia, pareciendo triste recordando acontecimientos pasados– ¿Estás bien?

Se recargó infantil contra tu cuerpo, ambos sentados junto al otro en el suelo. Su peso liviano soltando tristezas amargas con feroz remordimiento. Supones sorprendida que estaba al punto del llanto, conteniendo unas aguas salvajes cercanas a destruir todas los albergues de paja.

Una llovizna exterior los sacó de órbita, tras escuchar las pequeñas gotas pegando contra el techo y las ventanillas.

El rostro alzado te dejó ver su perfil amasado de penumbra, la cicatriz rosácea de la antigua quemadura llena de una perdida vital en su energía. Siempre te preguntabas qué pensaba él acerca de esa enorme cicatriz, similar a la marca de nacimiento que tienen algunos perritos mestizos en la panza. Si se miraba al espejo y recordaba la viva imagen de su hermana mayor, el salvavidas de su mejor amigo y su anterior hogar consumido por las llamas de un accidente. La picada en trayectoria hacia el mar desconocido de ahí en adelante, de lo que acontecía. Tomando amorío a cualquier personalidad que se atreva a echarle un ojo cariñoso, como el primer líder de los Black Dragons o la alcancía de Kokonoi Hajime.

¿Qué se sentirá? ¿Qué se sentirá estar así de colgado a la nada?

—Gracias –soltó inesperado–. Nunca te agradezco por venir a curarme.

—¡No-no es nada! –respondes dudando, con un tono de voz en una octava más aguda–.

“Siempre me estás preocupando”, quisieras decirle. Pero paras en seco como nunca ante cualquier oportunidad de quebrantamiento.

Se termina por levantar, ofreciéndote una mano.

Alcanzas la oferta.

Te miró sonriendo de ese modo tan bonito como solo él lo sabe hacer, sin siquiera mostrar la dentadura. La curva encantadora e inocente, mezclada con esa pizca de lindura. La lluvia dejaba escapar unos truenos interesantes, dando una señal de que iba a empeorar y Seishu se adelanta sin decir nada para abrir la puerta trasera detallada con un cartón grueso en su zona de vidrio, que años antes había sido rota durante el pequeño atraco que le hicieron al fallecido Shinichirō. Sostenía tu mano tembloroso, sin desdibujar la pequeña sonrisa de su sitio.

Al abrir, el viento monstruoso te pica por la piel, y el callejón empapado por cada esquina era esplendoroso.

—¿Adónde vamos? ¡Inupi! –intentas detener cualquier locura inmediata y reforzó el agarre–. ¡Está lloviendo!

Se ríe necio y simplón. Recordaste que él tenía esos momentos, cuando era un alma abierta de par en par y los detalles de la naturaleza le llamaban para captar su atención como un niño pequeño. Te arrastró hasta la fachada del taller abandonado, te soltó de su tibio tacto, ahora empapado. Con lágrimas saladas salientes se acostó en la acera, recibiendo el impacto clandestino de la lluvia y te invitó, a acostarte para que también lloraras al lado suyo.

Tenías el cabello escurriendo las cataratas insostenibles de agua, y el resto de la ropa dejando de estar simplemente húmeda. Aún con todo eso, con la flecha clavada en el corazón que aprietas a carne viva, te acuestas a recibir también con euforia las gotas de lluvia salvajes.

La noche descarrilando un frío enorme. El irracional acto adolescente. Seishu sonriendo vivaz, triste, emocionado, acongojado, feliz, fúnebre. Inui Seishu era la perfecta aclaración de la palabra Nostalgia. Etéreo, deslizando su mano por entre tus dedos, acariciando bajo la lluvia la piel de tu brazo en plena acera. Y cuando ya las pestañas te pesaban los suficiente para nublar la escasa visión, volteas a verlo y admiraste su adorable risa descontrolada, como el sonido de una estrella única en el universo, inefable.

Viéndote de regreso, sus iluminados ojos esmeraldas te alumbraron la tez mojada. Y terminaron riendo como dos locos.

Cuando la intensidad de la lluvia se rebajó a gran escala, enderezas la espalda.

Inupi hizo lo mismo, acomodando una rodilla como soporte para su mentón, sin prohibirse para si mismo recargar parte de su peso en tu costado. Su aura preciosa como él, todo él.

—¿Ya te sientes mejor?

Sonrió de nuevo. Su pequeña nariz respingada rozando tu cuello, que a pesar de tener la piel tan pegajosa y fría, sentiste los vellos erizados hasta por las costillas.

—Sí. Gracias.

Cuando te besó la mejilla, pudiste visualizar un sonrojo tímido por sus claros pómulos que se te contagió. Se levantó antes de tiempo cargando con tu mano para regresar adentro y secarse como pudiera.

Pensaste en regañarlo, querías regañarlo.
Por atreverse a exponer al gélido clima de esa manera estando así, ingenuo, tierno, indiferente. Aunque después se te pasó, porque por razones poco exactas en los cálculos, te contó por encima el claro desfase de lo que le sucedía. Cerca de esas fechas, Akane había fallecido, y sencillamente su corazón era tan débil como hoja otoñal.

Wattpad no me dejaba publicar nada idk why pero aquí hice el intento de algo de Inui porque besto boy ♡

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Wattpad no me dejaba publicar nada idk why pero aquí hice el intento de algo de Inui porque besto boy ♡

TR ━ [ᴴᵉᵃᵈᶜᵃⁿᵒⁿˢ ⁻ ᴼⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ]Where stories live. Discover now