CAPITULO 18

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Sacudió la cabeza al sentir que volvía a excitarse.

Ocultó bajo el batín las reveladoras manchas en su pantalón y se dirigió al baño para lavarse con agua fría como cada mañana. ¡Para una vez que tenía agua caliente y no podía usarla! Tenía que dominar a sus demonios, exorcizarlos. No podía presentarse en el comedor, ante Camila, alterada como estaba. La asustaría. Pero cada vez le resultaba más complicado comportarse bien. Las mañanas eran fáciles, gracias a las clases no estaba un momento a solas con ella, pero, ah, las tardes, ahí radicaba su tormento. Cuando la sostenía mientras ella intentaba caminar era tortura y éxtasis. Angustia y deseo. Lucha por mantenerse alejada y rendición al acercarse demasiado y abrazarla con cualquier excusa que se le presentara. Y luego, cuando se reunían en la biblioteca para leer... Menos mal que siempre las acompañaba Enoc o el capitán, porque ese intervalo de tiempo, tan cercano al que habían pasado en el gabinete, era cuando peor lo pasaba. Estaba tan alterada, tan sensible, que una sola sonrisa de Camila, una sola caricia sobre sus dedos al pasar la página del libro, le lanzaba a una espiral de deseo que apenas podía controlar.

Y, sin embargo, controlaba. Porque luego, durante sus secretas visitas nocturnas, conseguía disimular y comportarse debidamente. Y lo seguiría haciendo. Había pasado toda su infancia esquivando atenciones indeseadas, no pensaba someter a Camila a ese tormento.

Sacudió la cabeza, todo su ánimo enfriado por el último pensamiento. Se cubrió presurosa con una toalla, mientras pensaba que la mañana se presentaba complicada. Y el día aún más.

Isembard le había contado que el capitán sabía que había estado usando el teléfono. Y le había advertido que debía dejar de escabullirse en el despacho, pues el viejo estaría pendiente de cualquier rastro que pudieran dejar. ¡Maldito fuera! ¿Cómo iba a hablar con Anna ahora?

Y esa no era más que una de las malas noticias que Isembard le había dado.

El capitán quería reunirse con ella el lunes, antes del desayuno. Quería examinarle. Y en vez de permitirle pasar el día estudiando para no meter la pata y poder demostrarle que no era la imbécil que pensaba que era, ¡iban a visitar el Zoo!

¡Maldita fuera su suerte!

Para una vez que podía salir tras casi dos meses de encierro su puñetero abuelo había decidido que fuera justo el día menos indicado. ¡Tenía que repasar! ¡No podía perder el tiempo viendo animaluchos enjaulados! Seguro que el viejo lo hacía adrede. Quería amargarle el día de libertad.

¡Pues no lo iba a conseguir! Pensaba disfrutar de lo lindo en el zoo.

Se acabó de peinar y se vistió decidida a desayunar con una sonrisa en los labios; no le daría la satisfacción al viejo de mostrarse preocupada.

Cuando entró en el comedor se encontró con que allí solo estaban Camila e Isembard.

Miró el reloj de la pared, extrañada por el retraso de los demás, e Isembard al observar su gesto le explicó que la señora Sinuhe estaba en la cocina, dándole las últimas indicaciones a la señora Muriel sobre el picnic y que Enoc y el capitán estaban en el garaje, revisando el landaulet para el viaje.

-Un real por tus pensamientos -comentó Camila intrigada cuando Lauren se sentó.

-No debería ir hoy al zoo -musitó ella enfurruñada-. Tengo mil cosas que repasar, no puedo perder el tiempo.

-Oh, vamos, no digas tonterías. Tengo razones para afirmar que te lo sabes todo perfectamente -dijo guiñándole un ojo. ¡Por supuesto que las tenía! Cada noche ella le refería todo lo que había aprendido. Lauren asintió conspiradora-. Olvídate de todo y disfruta. ¡Por fin vamos a poder dar un paseo juntas! -exclamó encantada.

Amanecer Contigo, Camren G'PTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang