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Siempre he tenido las cosas muy claras. En serio, siempre. Con tan solo tres años tenía claro que quería tener un pony. Estuve dándole la brasa a mis padres hasta que por fin un día me regalaron al pequeño Tobby. Disculpad que le pusiera un nombre tan clásico a un perro, pero entonces no tenía ni idea de gustos. Vale que no conseguí al pony, ¡pero para mí un perro era de lo más parecido! Más tarde, con seis años tenía clarísimo que Marcus y yo acabaríamos casándonos y, aunque eso no salió muy bien, ahora somos los mejores amigos. Uña y carne. Inseparables. Con catorce años supe y tenía clarísimo que iba a ser escritora cuando fuera mayor. La mejor escritora del mundo. Y aquí estoy años después, intentándolo todavía. Hay que decir que soy muy persistente cuando quiero. No me gusta toparme con baches en el camino, por lo que suelo evitar los conflictos y voy bastante a mi bola. Mi vida siempre ha sido sencilla, decidida y rutinaria. En fin... la cosa es que siempre he tenido las cosas muy claras, pero todo cambió el verano de 2022. 

Marcus y yo estábamos a punto de empezar nuestro último año de instituto. Estábamos ansiosos por acabar las clases y celebrar el baile de fin de curso y por ese mismo motivo ese verano tenía que ser especial. Íbamos a pasarlo en la casa de verano que compartían nuestros padres. Era una tradición que hacíamos cada año. Nuestros padres se llevaban estupendamente. Se conocieron en la universidad. Mi madre y el padre de Marcus iban a la misma clase. Siempre nos reímos al pensar que su destino parecía estar encaminado a estar juntos, pero entonces apareció mi padre y poco después, la madre de Marcus. Pasaron toda su juventud juntos y ahora son los mejores amigos, como nosotros dos. Entre todos hacemos un buen equipo. Somos una familia. 

Mientras ellos se hacían sus cocteles, se iban al cine, iban a la playa y más cosas aburridas que hacen los mayores, Marcus y yo íbamos a trabajar en el mejor sitio del mundo: ¡el parque acuático! Acabaríamos de trabajar a las 16:00, iríamos a comer helado al paseo de la playa, después iríamos a la feria, ganaríamos mínimo dos peluches al día gracias a nuestra perfecta puntería, iríamos al karaoke y...

-No va a poder ser. 

-¿Cómo dices? -Le pregunté incrédula a Marcus. Parpadeé varias veces y me incorporé un poco.

-Que no va a poder ser. -Repitió.

-¿Disculpa? ¿Te has vuelto loco? ¿Acaso te das cuenta de que TAL VEZ este sea nuestro ÚLTIMO verano aquí?  -Remarqué.- ¡Dentro de un año estaremos en Nueva York! -Me levanté de la cama y mantuve el móvil en posición vertical para que Marcus pudiera verme bien. 

-Mi madre me acaba de decir que mi hermanastra va a pasar el verano con nosotros y tendremos que pasar tiempo con ella. Así que olvídate de hacer tantas cosas. -Dejé el móvil y me asomé a la ventana. Marcus estaba en la casa de enfrente. Subió su ventana y me miró.

-¿Qué hermanastra? ¿Nicole? 

-Sí, la única hermanastra que tengo. 

-¡Pero si ella es feliz allí donde esté! ¿No se puede quedar con su madre? 

-Sara... Nicole lleva dos años de erasmus. Mi padre está deseando verla. -El padre de Marcus había tenido una hija justo antes de casarse con Susan, la madre de Marcus. He suprimido esa parte porque los padres siempre intentan evitar hablar del tema. ¿Un desliz? Tal vez, quien sabe. Él, obviamente, no tenía ni idea de que la chica se había quedado embarazada y llegó un año después con el regalito. Por suerte Susan la ha aceptado desde siempre. Entendió que Tim tuviera su vida antes de estar con ella y aceptó a Nicole como si fuera hija suya. Lo que pasa es que Nicole siempre ha estado yendo y viniendo y lleva dos años estudiando fuera.

-¡Pero es que no le gusta nada! ¡Es una aburrida! 

-Pero si a penas la conoces. -Le miré mal y le señalé con el dedo.

Tenía que ser ellaWhere stories live. Discover now