— ¿Has pasado una mala noche, grumete? —Biel la miró preocupado—. Parece como si te hubieran pasado por la quilla.

    —No he dormido mucho —masculló Lauren dándole el libro a Isembard para luego servirse varias tostadas. ¡Estaba hambrienta! ¿Quién hubiera pensado que leer diera hambre?

    Isembard la miró asombrado, ¿en qué estaba pensando para llevar el libro al comedor? ¿Acaso no se daba cuenta de que levantaría sospechas?

Luego se percató del cansancio que reflejaba su rostro y la avidez con la que comía y concluyó que no era consciente de lo extraño que era para todos verla con un libro durante el desayuno. Estrechó los ojos taimado, quizá pudiera aprovechar la coyuntura en su propio provecho. Lauren enfadada era mucho más astuta y perspicaz que cuando estaba calmada. Y en ese momento estaba enfadada y cansada.

    —Espero que te haya servido de ayuda —comentó dejando el libro a un lado.

    —Tanto como una soga al cuello.

    —No será para tanto —comentó Enoc divertido tomando el tratado, por lo visto el maestro se había puesto manos a la obra y le había dado algún libro ligero a la chica para que empezara a leer.

Abrió los ojos como platos al ver la primera página—. Vaya. Sí que es para tanto —musitó dirigiendo una airada mirada al profesorucho a la vez que le pasaba indignado el tomo al capitán.

    —¡¿Cómo se le ocurre?! —le increpó furioso este a Isembard al percatarse del tipo de lectura que era.

    Lauren bajó la mirada, consciente al fin de su metedura de pata. Ahora el viejo haría algún comentario burlón sobre su incapacidad y todos se reirían, excepto Camila, que le miraría compasiva. Y ella no tendría otro remedio que defenderse, y el magnífico desayuno acabaría en una batalla campal. ¿Por qué demonios no había esperado a llegar al estudio para darle el libro a Isembard? Porque era una impaciente. Por eso. Chasqueó la lengua enfadada.

    —¡Ni siquiera yo soy capaz de leer este... este galimatías sin sentido! —escupió Biel ofendido. Si quería que la muchacha aprendiera a leer, tendría que empezar por algo más sencillo—. ¡Le había tomado por un maestro, no por un inconsciente! —tronó enfadado. Lauren levantó la mirada atónita. ¿El viejo le estaba defendiendo?

    —Le impuse una tarea a Lauren, y la solución está en ese libro —indicó Isembard con tranquilidad, mirando a Camila, seguro de que ella y Lauren habían hecho trampas, como esperaba. Esta le devolvió la mirada, preocupada, mientras su madre colocaba una mano sobre la del capitán intentando calmarle.

    —Pues entonces no cabe duda de que la tarea no era apropiada, al igual que el maestro —gruñó Biel tirando el libro con desprecio—. A partir de este momento le dará a mi nieta libros adecuados a sus conocimientos —sentenció.

    Lauren abrió los ojos como platos. ¿Adecuados a sus conocimientos?

    —¿Como por ejemplo libros para niños de teta con animalitos dibujados? —siseó furiosa mirando a su abuelo. ¿Qué se había pensado el viejo, que era una lloróna que no sabía leer unas cuantas letras juntas? ¡Pues había leído casi medio libro durante la noche!—. ¡Este libro es totalmente adecuado para mí!

    Biel observó asombrado a su nieta. ¿Y ahora por qué demonios se había enfadado?

    Isembard sonrió. El caldo de cultivo para que su alumna explotara estaba preparado, ahora solo era necesario un ligero empujoncito.

    —Si tan adecuado es para ti, imagino que habrás dado con la solución al enigma.

    Lauren miró a su profesor, gruñó furiosa y acto seguido abandonó el comedor.

Amanecer Contigo, Camren G'PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora