— Así es. —El hombre sonrió —. Creo que su amor hacia ti resolverá todos tus problemas del corazón.

El eco de las pisadas hacía que el oscuro lugar se volviera más tenso, parecía ser una prisión en un sótano oscuro, helado y silencioso

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El eco de las pisadas hacía que el oscuro lugar se volviera más tenso, parecía ser una prisión en un sótano oscuro, helado y silencioso. La puerta de madera se abrió dando lugar a un salón, el cual en el medio había una linterna colgando del techo, una mesa y un par de sillas. El lugar estaba rodeado de varias rejas que daba a las celdas de varios prisioneros. En eso entró un hombre, vestido con su elegante uniforme negro característico de los miembros del partido de Mussolini. Con sus ojos verdes miró a uno de los prisioneros y arrastró su silla quedando cerca de su celda, el prisionero ni se inmutó.

El pelinegro se acomodó en la silla y miraba al chico que se encontraba tras la reja. Era un hombre guapo, bastante joven, podría no tener más de veinte años, de cabellos castaños y ojos oliva.

— Me pareces interesante, ¿cómo te llamas? —preguntó Flavio

—   No creo que te importe una mierda cómo me llamo —El fascista soltó un silbido al escuchar la respuesta del prisionero

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— No creo que te importe una mierda cómo me llamo —El fascista soltó un silbido al escuchar la respuesta del prisionero.

— Con que un chico rudo, ¿eh? Me agradas. —Sacó una cajita de plata con varios cigarrillos y lo extendió hacia el prisionero —¿Un cigarrillo?, te recomiendo que lo tomes. Lo vas a necesitar para cuando André empiece a hablar.

El joven miró con duda y tomó el cigarrillo. Flavio sacó su encendedor y lo acercó al cigarrillo del prisionero para prenderlo, y después sacó otro para él.

joder, un cigarrillo en plena guerra era de los mayores lujos que te podrías dar. Pensaron los dos al mismo tiempo mientras daban su primera calada.

— Así que tú eres Flavio, el menor de los gemelos. —dedujo el prisionero. Flavio guiñó un ojo al escuchar eso.

— Acertaste, así que ahora es momento de que me digas tu nombre.

— ...Carlo.

— ¡Carlo! Qué bello nombre, de hecho, mi segundo nombre es Giancarlo.

— Estás siendo amable con nosotros porque nos vas a matar, ¿no es así? Me imagino que para ti lo mejor es que esta guerra dure lo más posible. —Carlo decidió cambiar de tema. Le incomodaba la amabilidad del fascista.

De la A a la Z - Saga del Reich IIWhere stories live. Discover now