Capítulo 2. El aniversario

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Agosto

Era lunes por la mañana, Edward se había ido temprano a la empresa, ni siquiera lo vi, pero tenía la confianza en que recordara que hoy era nuestro aniversario, hoy, cumplíamos un año de casados, me levanté con todo el optimismo posible, no quería que nada me arruinara el día de hoy.

-Carmen, necesito que me ayudes a preparar una cena especial, voy al súper a comprar todo lo necesario para una deliciosa lasaña y de paso compro velas, y champagne. –Dije entusiasmada.

-¿Hoy es su aniversario, verdad?

-Sí, hoy cumplimos un año de casados. –Suspiré con cierta nostalgia.

-Me alegro. –Me felicitó Carmen antes de envolverme en un abrazo.

-Gracias. –Agradecí antes de dejar un beso en su mejilla-. Tengo que ir por unas cosas -Dije mientras tomaba las llaves de mi camioneta.

Manejaba por una de las avenidas principales de Seattle dirigiéndome al súper cuando mi móvil comenzó a sonar, al leer el nombre en el identificador de llamadas sonreí y contesté alegre.

-Hola Alice

¡-Bella!, ¡Es tu aniversario! ¡Felicidades! –Exclamó con su voz alegre de duendecilla.

-Gracias Alice –Contesté sintiendo como esa pequeña felicitación alegraba un poco más mi día.

-Vamos, dime ¿Qué te regaló mi hermano? ¿Quieres que te ayude a preparar la fiesta?, podemos hacerla en mi casa si quieres, aunque... -Comenzó a reír como si estuviera disfrutando de alguna broma privada-. Estoy segura que querrás mejor que sea algo íntimo. –Dijo con un tono de voz que hizo que me sonrojara.

-¡Alice! –Reí levemente-. Carmen me indicará como preparar la cena, ya tengo todo el plan listo, solo falta realizarlo, pero muchas gracias por tu ayuda. -Respondí cortésmente.

-Así que sí querrás intimidad. –Bromeó-. Está bien...quedas perdonada por no querer mi presencia en ese momento, pero dime... ¿Qué te regalo? –Preguntó con su carismático toque de curiosidad

-Este...-Me acomodé el auricular algo nerviosa por la respuesta que le iba a dar- de hecho... aún no lo he visto Alice, se fue muy temprano y supongo que no me quiso despertar. –Respondí melancólicamente-. Ya sabes que no soy alguien muy madrugadora. –Expliqué tratando de excusar el comportamiento de Edward.

-No se acordó ¿verdad? –Preguntó la duendecilla.

-Alice, trae muchas cosas en la cabeza, pero no se le olvido. –Al menos espero que no.

-¡Bella! Es momento que dejes de excusar el comportamiento de mi hermano, es un idiota si no se acordó, pero déjame llamarle y refrescarle la memoria. –Dijo comenzando a alzar el tono de su voz, cosa que hacía antes de tomar el control de la situación para tratar de solucionarla.

-Alice, no, por favor no lo hagas, Edward está muy ocupado y... -Me quedé a mitad de la frase cuando el sonido característico de que la llamada había terminado sonaba en mis oídos. Suspiré y me quite el auricular estacionándome en el acantonamiento de la carretera.

Alice tenía razón, Edward no se había acordado de nuestro aniversario, pero de seguro era porque tenía muchas cosas en la cabeza, sabía que últimamente estaba algo estresado por unos contratos importantes que debía firmar con unos extranjeros y que definían en gran forma el futuro de la empresa. Pero a pesar de todo, estaba segura que en la noche vendría a cenar y todo se arreglaría, remendaría su error y las cosas irían bien, así tenía que ser.

El día pasó rápido, fui al súper, me compré un vestido, y a Edward un traje, era gris, amaba verlo de traje gris, realzaba sus hermosos ojos verdes. Cuando llegué a casa me puse a ayudarle a Carmen a preparar la cena, en todo el transcurso del día Edward no me había llamado, ni mandado un mensaje de texto, pero no quería que no quería pensar en eso, en cambio ocupaba mi mente en diversas actividades para no hacerlo. A las siete de la noche todo estaba casi listo y perfecto.

-Bella, yo termino los últimos detalles mejor tú vete a arreglar para cuando que cuando llegue tu marido estés perfecta. -Me tomó de los hombros guiándome hacia la escalera.

-Gracias Carmen, eres un amor. –Dije llena de agradecimiento, mientras subía a mi cuarto.

Cuando me miré en el espejo ni siquiera me reconocí, una chica castaña que tenía puesto un vestido azul que se ajustaba perfectamente a su figura -y que resaltaba las curvas de su cuerpo que casi siempre prefería ocultar- me devolvía la mirada. El maquillaje, que en pocas ocasiones utilizaba, debía admitir que me había quedado perfecto, no muy cargado pero tampoco demasiado simple. Enrollé un mechón de mi cabello que estaba suelto y sonreí con el resultado de mi imagen.

Todavía tenía la sonrisa en el rostro cuando mi móvil sonó.

Bella, hoy es nuestro aniversario, felicidades, estaré ahí en la cena.

Edward

La sonrisa disminuyó un poco, aunque al notarlo hice que volviera a crecer, tal vez había sido un poco cortante con el mensaje, pero al menos se había acordado del día y eso...ya significaba mucho para mí. Esa simple respuesta me bastó para emocionarme, llegaría a cenar, parecía que hacia siglos que no cenábamos juntos, y hoy, justo en nuestro aniversario, lo haríamos.

Hacía ya tres horas que me había mandado el mensaje, y él aún no llegaba, la mesa esta puesta, en la casa reinaba el silencio, pero ahí estaba yo, sentada con una copa entre mis manos mirando los platillos de la cena...esperándolo. Con la esperanza de que se dignara en llegar, a que apareciera por esa puerta y me dijera que se le había ponchado una llanta, cualquier excusa, pero que llegara.

-Bella, cariño, vete a descansar, ya es noche. –Me dijo Carmen mirándome con tristeza

-No, va a llegar. –Dije sintiendo como las lágrimas acudían a mis ojos.

-Vete a descansar, cuando oiga su carro te llamo y bajas. –Puso una de sus manos sobre mi hombro.

-¡No!, ¡tiene que venir! –Alcé la voz cubriéndome la cara con mis manos-. Vete Carmen por favor, déjame sola. –Susurré suplicando.

Limpié las lágrimas que escurrían por mis mejillas, el maquillaje ha de estar arruinado, pensé. Tomé mi móvil llamándole, sin embargo la llamada se desvió, lo tenía apagado.

Lo esperé hasta las tres de la mañana, y no llegó, me levanté de la mesa terminándome el último sorbo del champagne, apagué las velas, y fui hasta la cocina tirando toda la cena que con tanto esmero y amor había preparado, cielos, hasta un dedo me había quemado al sacar la pasta del horno.

Entre lágrimas subí a la recámara, me metí en las cobijas y lloré como nunca lo había hecho, estaba destrozada, le había aguantado muchas cosas, pero tenía la esperanza de que cambiara, tenía la esperanza de hoy sería diferente, pero no lo fue.

Me aferré a la almohada, sollozando fuertemente sintiendo como mi matrimonio se desvanecía y no había nada que no intentado ya para evitarlo. Mi pecho me dolía como si tuviera un gran agujero que no hacía otra cosa más que crecer haciéndome sentir lo sola que me encontraba, el dolor dominaba mi cuerpo, sabía que este tipo de tortura no se iba a curar fácilmente y que tal vez...nunca lograra recuperarme.

Vuelve a amarmeWhere stories live. Discover now