Siguió paseando la mirada y pronto se dio cuenta de las intenciones de un niño que, despacio, se estaba acercando a la señora del perro, cuyo abrigo de piel parecía ser caro aunque en realidad era de imitación. Desde el rincón  donde se encontraba la joven de pelo negro, con la espalda apoyada contra el metal y escondida entre los cuerpos sudorosos, apreció la pequeña mano intentando colarse en uno de los bolsillos del abrigo.

Aurora dejó escapar el aire por la nariz mientras pensaba en los errores que estaba cometiendo.

Número uno: La ubicación de la dama no era la más adecuada, pues por lo menos se encontraba rodeada de ocho personas cuyos ojos acusadores no dudarían en delatarlo.

Número dos: El perro. ¿A quién se le ocurría meter la mano con la probabilidad de que acabara mordida y llena de babas?

Y erro número tres: La inexistente seguridad y habilidad del muchacho. Era evidente que lo hacía por pura desesperación.

Aurora contempló lo que sabía que pasaría. El intento de robo había sido un fracaso, una chapuza, pues el animal había empezado a ladrar, la señora se había vuelto asustada y el chico, que no tendría más de doce años, no había hecho más que disimular y bajarse segundos más tarde para desaparecer del escenario del delito.

«Patético», pensó poniendo los ojos en blanco, imaginándose que ella habría salido victoriosa del robo de esa misma cartera. El problema era que Giovanni la mantenía atada y bajo su atenta vigilancia. Lo único importante que le permitía hacer era justo eso: entregar y recoger paquetes. Simples encargos. Estaba harta, sentía que estaban desperdiciando sus habilidades en tonterías.

Dejó escapar el aire de nuevo mientras contaba otra vez cuántas paradas faltaban. Cuatro, cuatro paradas y podría volver a respirar aire puro. Con suerte, en unos meses, Giovanni le permitiría de nuevo moverse en moto y ya no tendría que estar respirando a medias y con la nariz protegida bajo el jersey.

La base de la organización se encontraba en una calle desierta, de esas que se consideran peligrosas cuando el sol desaparece.

Cualquiera se habría llevado la mano al pecho al saber que habían dejado que una jovencita de dieciocho años caminara por esos lares sola y envuelta en la oscuridad. Sin embargo, nadie podía intuir que la encantadora Aurora y esa oscuridad se habían vuelto amigas y que el peligro no habitaba en el lugar, en esa calle, sino en ella misma y que se había adueñado de su mirada esmeralda.

Siguió caminando con una tranquilidad amenazante e intercambió algunas miradas con las pocas personas que ahí se encontraban, como si ese gesto bastara para mantenerlas alejadas de ella.

—Hola, Aurora —saludó la mujer de la recepción con una dulce sonrisa una vez que la muchacha se adentró en el edificio. Esa sonrisa los escondía ante el mundo, la máscara que la Stella Nera debía mantener para no levantar sospechas.

La joven se limitó a devolverle el saludo con un movimiento de cabeza y continuó su camino hasta llegar a las catacumbas de la organización.

Existía una zona, la más alejada de aquel edificio industrial, pensada para los miembros que no tenían dónde dormir. Aurora vivía ahí, con ellos, cada uno en una habitación individual. También disponían de un pequeño gimnasio y algunas salas de reuniones y ocio, además del despacho de Giovanni Caruso, ubicado en la segunda planta y adonde ahora ella se dirigía.

Aurora mantenía un trato cordial con los demás, nunca se había mostrado interesada en crear ningún tipo de relación de amistad o de afecto; sin embargo, había una persona a quien le permitía acercarse un poco más y con quien compartía alguna que otra conversación más íntima: Nina D'Amico, la sobrina de Giovanni. Se trataba de una chica igual de temeraria que ella y cuyo veneno se escondía en su amplia sonrisa y en los ojos de cachorrillo. Nina era una víbora, un arma letal para sus enemigos. Ese era el motivo por el cual ambas se llevaban tan bien, porque eran iguales y se habían reconocido como tales en el instante en que Aurora había puesto un pie en la organización.

Ladrona de guante negro (Trilogía Stella Nera, 1)Where stories live. Discover now