Esa palabra fue suficiente para hacerme ceder. Mi apodo. Ese apodo que amaba escuchar de sus labios.

─Bien, me rindo ─Dejé caer mis brazos a los costados, él apretó su abrazo─ Mi papá te matara si te llega a ver aquí.

─Le agrado a tu papá.

─No es cierto.

─Si, ajá. ─Hace un movimiento con su pie y cierra la puerta detrás de él.

Viéndolo de frente se me hizo imposible no darme cuenta de los pequeños rasgos diferentes que portaba desde la última vez que lo había visto.

─¿Soy yo o te encogiste? ─alzó una de sus cejas.

─Tú estiraste, señor jirafa.

Seren sonrió con un deje de orgullo.

─Si, puede ser...

─¿Y... Comenzaste a hacer ejercicio? ─miré extrañamente sus brazos que se habían hecho más notorios bajo esa sudadera que tenía desde hace años.

─Siempre he estado así, Ayleen.

─Claro que no. Ni en tus jodidos sueños ─Sus cejas se juntaron en signo de molestia.

─¡Yah! Eres una maldita ─me pellizco el hombro y yo le di una patada en la pierna que lo hizo trastabillar.

─¡Siempre con tu brusquedad! ¡Siempre! ─No puedo evitar reír.

─Tú provocas que mi instinto asesino salga a la luz.

─Sé que provocó muchas otras cosas en tí ─puse en blanco los ojos.

Me mordí el labio pensativa.

─¿Cuándo llegaste?

─Hace una semana.

─¿¡Una sema...!?

─Tengo migraña, Ayleen.

─Entonces si eras tú...

─¿Qué?

─Te vi. Estaba saliendo de un restaurante y estabas en un callejón, tenías una campera negra. ¿Por qué no te acercaste a mí?

El día que fui con Deva a almorzar me pareció haberlo visto pero pensé que había sido una alucinación mía. No lo era.

Seren se separó de mi y me miró con el ceño fruncido.

─Era broma. Llegué hace dos días, Ayleen.

─¿Dos? ─le pregunté perpleja.

─Sí. No vine a visitarte antes porque no sabía la dirección de tu casa. Tuve que preguntarle a unas personas. Ya sabes lo que dicen «Preguntando se llega a la montaña», es un milagro que esté ahora mismo aquí, hablando contigo.

Me le quedé viendo. Mi vista se desenfocó de él y terminé detallando la puerta. Si no era Seren el chico al que había visto esa vez... Y si Seren no tenía una hermano gemelo del que nunca me habló o, en casos más extremos, una persona completamente parecida a él ¿Quién demonios era esa persona? Y peor aún, ¿Por qué carajos no dejaba de verme como si... Como si...?

Tragué. Yo, desde chica, tenía el sentido común de que todo existe y por ende hasta lo que no debería existir, para mí lo hacía, como los fantasmas o los aliens, los zombies y los vampiros, etc. Además le buscaba una explicación lógica y sabía que tenía que encontrarla porque yo soy así; curiosa, terca y necia hasta el culo. Y porque me gustaba creerme Sherlock Holmes. Así que cuando miré a mi amigo, cuando supe que había pasado minutos callada y que él podría estar pensando un millón de cosas, malinterpretando el asunto, le sonreí. Le dediqué mi mayor sonrisa.

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