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— Soobin, cariñoooo.

Yeonjun estiró los bracitos; habían llegado a casa muy tarde y ahora que se encontraban cruzando la puerta de entrada del hogar del mayor, éste se sentía sin ninguna fuerza para seguir caminando. 

Lo mejor que le había ocurrido era aprovechar la fuerza de Soobin, su bajo peso y estatura menor no le harían problema.

Aunque nunca se habían comportado así de cariñosos.

Pero al menor no pareció importarle, porque lo tomó en sus brazos luego de dejar su mochila tirada por el suelo.

Yeonjun se abrazó de los hombros de Soobin y enredó sus piernas en la cadera del otro, se sentía raro pero extrañamente cómodo estar de ese modo.

Se sentía como un niño pequeño, se sentía amado.

Soobin podía percibir la leve respiración de Yeonjun en su cuello, y sonrió, porque el mayor era más liviano de lo que imaginaba.

Y así caminaron hasta la habitación, donde un cansado Yeonjun cayó en la cama para darlle paso a un juego de besos con las luces apagadas.

No supieron si fue la emoción del momento, o quizá el cansancio que hizo que sus sueños se mezclaran con la realidad, pero ambos sintieron lo mismo.

El corazón de Yeonjun estaba hecho para el de Soobin y viceversa.

Eran casi como compañeros de alma.

El pelinegro aún no podía creer que parte del corazoncito de Soobin le pertenecía, era mágico.

—Soobin, te amo más que a cualquier cosa en esta vida y en la siguiente.

— Ay, Yeonjun Hyung. Me dueles, pero también te amo.

Entre risitas, lo que menos hicieron fue dormir aquella noche. 

 

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𝙋𝙖𝙨𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙋𝙞𝙣𝙜𝙪̈𝙞𝙣𝙤 -𝙔𝙚𝙤𝙣𝙗𝙞𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora