2°El Primer Homicidio

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— Que bueno que vinieron — dice April apareciendo tras su amiga

— ¿no te cansas de sonreír tanto? — murmuro para que solo ella pueda oírme

— ¿no te cansas de siempre ser un amargado?

Sacudo la cabeza con una media sonrisa — nah, ese es mi encanto— digo con arrogancia haciendo que ruede los ojos y ponga atención en otra cosa que no sea yo. — Eres muy Melosa con todo el mundo

— No soy melosa — dice molesta

— si que lo eres — repito — es molesto. Pero me gusta — agrego y ¡bingo!. Sus mejillas se encienden de nuevo y tengo que apretar los labios para no reírme, es muy fácil para mi lograr que ella se sonroje.

— ya dejala — murmura Erika dándome un golpe en la pierna con su pie.

April desaparece de mi vista después de que nos dejó en una mesa junto a otras personas que no conozco y no quiero conocer, pero que a simple vista parecen llevarse bien con mis padres.

La noche esta cayendo y la gente aún no tiene intenciones de irse, así como tampoco mi familia.
Suspiro y me levanto de la silla en dirección a la cocina, necesito un poco de espacio personal sin tanta gente alrededor que intente entablar una conversación que claramente no me interesa, es tan sofocante tener que presenciar la escena de pueblo sureño.

Cuando llego a la cocina noto a alguien en un rincón hablando por teléfono, no se ha dado cuenta de mi presencia porque sigue hablando con mucha libertad, aunque en voz baja.

— No — murmura — ya te dije que no — párese molesto —Si nos descubren es el fin de todo... Claro que lo haremos pero necesitamos... Si necesitamos tiempo... ¿Como que porque?, Eso no es algo que se haga de la noche a la mañana.... hablaré con ellos, nos ayudarán con todo... claro que si, ellos son... — el hombre que hablaba con quien sabe quien se detiene en seco cuando se da cuenta de que ya no esta solo. Me mira con frialdad y después sale de la cocina dejándome solo. <<Extraño.>>

Me recargo en la encimera con mis brazos sobre el frío mármol fingiendo que nada pasó. Debo admitir que la cocina es buena, se parece mucho a la que teníamos en Texas y...

Texas.

Jess.

Los chicos.

Sangre.

Gritos.

Flashes comienzan a golpear mi mente igual que anoche cuando April llevó el pastel de chocolate.

Me llevo ambas manos a la cabeza como si eso fuera a detener las horribles imágenes que pasan aleatoriamente provocandome jaqueca y posiblemente un infarto sino las controlo.
Con cada imagen que me atormenta siento como mi respiración se agita y como mi pulso esta al mil, debo calmarme o tendré un ataque de pánico. << ¡Carajo, ¿porque dejé las putas píldoras?!>>. Una de mis manos viaja a mi pecho instintivamente mientras que con la otra intento sostenerme de la encimera y...

— oye, oye — la voz y las manos de April tratan de distraerme de lo que pasa en mi cabeza. — respira — Sostiene mi rostro con ambas manos y me observa angustiada —Eric, respira. — y obligo a mi mente a recordar lo que mi terapeuta me decía que hiciera en estos casos <<Inhala y exhala. Inhala y exhala. >>. Me alejo un poco de la chica angustiada frente a mi y trato de respirar una y otra vez hasta que siento como mi ritmo cardiaco se va normalizando.

— Hola melosa — digo entre jadeos cuando mi ritmo cardíaco se estabiliza.

— ¿Mejor? — dice y asiento — ¿que haces aquí? — pregunta después de asegurarse de que no me volveré a alterar

El Asesino De Springholl Where stories live. Discover now