t r e s.

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Subió al Empire State
para tomar las fotos más increíbles
con las que ella había podido soñar.
Llevaba la cámara de su padre,
Canon, con un objetivo enorme.
con ella podía ver desde la altura
gente rota en la cafetería,
masas apresuradas correr por la calle,
y las parejas felices besándose [y amándose].

Y allí, en una cafetería,
estaba el chico más hermoso
que había visto en toda su vida,
brillando como un diamante pulido,
aunque en realidad fuera uno en bruto.

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