14. Octavio comparte un sueño con Amado

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Dejaron atrás a Pía y Calista para emprender el camino de regreso a Heliópolis con la llegada del sol, en un silencio cargado de electricidad. Más de una vez, Octavio estuvo tentado a sacar el tema de lo que había estado a punto de ocurrir entre los dos más temprano, pero no lo hizo. En lugar de eso, acordaron volver a encontrarse pronto para hacer un reconocimiento del subsuelo de la Galería Garza.

Para cuando llegaron a la casa de Octavio, era de noche. En circunstancias normales, Octavio hubiera estado ansiando la soledad de su habitación y la comodidad de su cama, a esas alturas. Ese día le había dejado el cerebro latiendo en busca de respuestas que estaban justo fuera del alcance de sus dedos. Ahora, sin embargo, deseaba no tener que despedirse de Amado. Al salir del coche, lo hizo de mala gana, confundido por su propia actitud.

—¿Vas a estar bien? —le preguntó a Amado, desde la ventana del coche.

Amado apoyó la cabeza contra el respaldo, suspiró y ladeó la cabeza, para dedicarle una sonrisa cansada.

—Sí, gracias por todo. Te avisaré en cuanto sepa de un buen momento para ir a revisar el subsuelo. Dile a Carla que lamento que el huevo no sea extraterrestre.

—Me mandó mensajes preguntando si había sido abducido por extraterrestres y tuve que adelantarle que no se entusiasmara, que eso estaba descartado. —Octavio aguantó la risa—. Me respondió con emojis de corazones rotos.

El rostro de Octavio seguía iluminado por una sonrisa juguetona cuando entró a su casa, donde Carla lo recibió arqueando las cejas.

—¿Se besaron ya? —preguntó ella mirándolo de arriba abajo, sin siquiera saludar antes.

—¿Qué? —replicó Octavio, confundido—. ¡No!

Carla se llevó las manos a la cintura y meneó la cabeza, resoplando sonoramente.

Un rato después, mientras cenaban algo ligero, Octavio le contó más sobre los nuevos descubrimientos, aunque dejó de lado el detalle de que sí había estado cerca de besar a Amado. Lo que mencionó fue que tenían planeado explorar el subsuelo, a lo que Carla arrugó la nariz.

—¿Y con qué excusa van a ir allí abajo?

—No llegamos tan lejos en el plan —admitió Octavio, jugueteando con los restos de comida de su plato—. Si se te ocurre alguna, soy todo oídos. Mi cerebro no da para más, por hoy.

—Ya que todos piensan que son pareja, podrían usar eso a su favor... Si te encuentras al hijo de tu jefe acaremelado con alguien en un lugar apartado, ¿dirías algo? ¿Sospecharías que está en algo raro o solo creerías que está con las hormonas del amor alteradas? En el caso de Amado y tú, son las dos cosas, pero asumirían que es solo lo de las hormonas.

Octavio bufó en protesta, pero aquello era algo similar a lo que habían terminado por hacer en la presentación del huevo, para disimular ante el guardia, con buenos resultados. Una sonrisa se le escapó al recordarlo, aunque intentó esconderla bajando la cabeza.

Antes de dormir, ya en la cama, le envió un mensaje a Amado con la propuesta de Carla. Esperó su respuesta con los ojos fijos en la pantalla, que se iluminó segundos después. «Me gusta», decía la contestación de Amado, que venía acompañada con una carita sonriente. Entre eso y los recuerdos del día, que iban de las imágenes fantásticas de la historia de Calista al suave sonido que habían hecho los labios de Amado al entreabrirse, le costó dormirse. Le temblaban las manos, y no sabía si era un remanente de la voluntad del dragón, o su propio volcán interior.

Esa noche no soñó con una erupción, como había temido que ocurriera, sino con que despertaba para encontrar a Amado dormido a su lado, con el torso desnudo. Octavio se daba cuenta de que era un sueño porque su cuarto se veía distinto, mucho más grande y lujoso de lo que era en realidad, aunque la experiencia se sentía muy auténtica. La camiseta que le había prestado a Amado, un par de días atrás, descansaba sobre el respaldo de una silla forrada de terciopelo. La cama era enorme y tenía un techo del que caían exquisitas cortinas de tul; las sábanas, de satén, eran ridículamente suaves al tacto, hasta el punto de ser un poco resbalosas.

El alma del volcán (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora