3. Falsas lágrimas.

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Dalia

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Dalia

Nueve de la mañana. Son las jodidas nueve de la mañana. Estoy apoyada en la taquilla de Amber de nuestro instituto De L'assomption, donde el final del pasillo está lleno de taquillas de color azul feo y arriba de la pared del final del pasillo hay un dibujo de la mascota del instituto. Y si antes las taquillas me parecían feas, el armadillo amarillo mal dibujado me parece horrible. Aún me acuerdo cuando le enseñé una foto a Rosita en el primer año que estuve aquí y ella pensaba lo mismo. Aún recuerdo lo que dijo "¿Esa cosa es un armadillo? Parece un pegote amarillo en la pared". Ella siempre con sentido del humor.

- ¿Me estás escuchando? - me pregunta Amber tras cerrar su taquilla.

No.

- Claro.

- ¿Entonces te parecerá genial que me tatúe la cara del director?

- Claro. Espera, ¿¡qué!?

Por su risa, me da que sabía que no le había hecho ningún caso.

- ¿En qué piensas? - me pregunta un poco preocupada.

- En cuántas personas nos darán falsamente el pésame. Yo aproximo como unos... -hago una pausa haciendo como que pienso - ¿Todo el jodido instituto?

La cara de Amber me transmitía lo que pensaba, no sé si es por ser gemelas o porque prácticamente sabía cómo era, y seguro que me diría algo tipo: "No seas mala, Dalia. El mundo está lleno de buenas personas" y bla bla bla. Ella y su filosofía de que todos son buenos hasta que se demuestre lo contrario. Y luego estaba yo, con la filosofía de vida alternativa y es que todos son malos hasta que se demuestre lo contrario.

- Dalia, no empieces. A lo mejor sí lo sienten de verdad.

¿Veis? Ingenua.

Le negué con la cabeza y me rendí, no merecía la pena discutir con ella y menos con lo sensible que estaba. Yo casi no tengo corazón pero cuando se trata de ellas, de mi familia, me controlaba un poco, porque era lo único que sabía a ciencia cierta que estaría ahí siempre.

Amber y yo emprendimos nuestro camino hacia nuestras primeras clases cuando sonó el timbre del demonio. Nos tocaba Química, esa odiosa asignatura. Marga era la cerebrito de nuestra casa, ni a Amber ni a mí se nos daba bien, ella aprobaba con cincos raspados y yo con treses. Era nefasta en Química y además nos tocaba en la última planta del instituto, en la segunda.

De camino hacia la clase del infierno con el señor Prett, nos encontramos con muchas personas por el camino, todos nos paran y nos dicen que sentían la muerte de nuestra hermana pequeña, lo gracioso de la situación es que incluso una compañera de Marga nos lo dijo llorando. Creo que la estatua del armadillo feo de la entrada del instituto llora de manera más real que esa supuesta amiga, ¡y eso que es una estatua! En fin, la humanidad.

Amber era la que hablaba por las dos ya que yo no me disponía a hacerlo. ¿Por qué? Fácil, a la que amaban era a mi gemela y a mí no. No lo digo a modo de estar celosa, todo lo contrario, para mí es un alivio no tener que aguantar a tanta gente tan hipócrita.

El asesinato de la cuarta florWhere stories live. Discover now