🎃

60 11 3
                                    

Irene miraba por la ventana de su hogar; un lugar situado en lo alto de la montaña que permitía ver el pequeño pueblo que se encontraba debajo.

La noche de luna llena estaba por llegar, debía de preparase para dirigir a sus demás compañeras. Siempre le gustaba estar elegante. Caminó hasta su tocador y se sentó frente al espejo. Empezó a maquillarse con delicadeza, cuidaba cada detalle como si de un tesoro se tratase, un ritual personal que siempre había formado parte de su vida, cubría con furor sus pálidas mejillas y remarcaba ese color carmesí que tanto le gustaba usar en sus labios.

Una vez que terminó, bajó hasta la sala, colocándose una negra gabardina y un gran sombrero para evitar que, el poco sol que quedaba, quemara su piel.
Salió de la casa, admirando el anochecer, mientras fumaba un cigarrillo. Quien diría que una mujer tan bella y elegante terminaría siendo un monstruo sanguinario.

La noche llegó, a la par que su cigarro se terminaba. Sus ojos avellana se iluminaron de repente; una sonrisa retorcida se asomó en su rostro. Regresó de nuevo hasta su hogar, sin dejar de sonreír; varias mujeres la estaban esperando en el gran salón. Se quitó su sombrero y su gabardina y entró.

—Señoritas —saludó—. ¿Están listas? —Las mujeres asintieron, dando una pequeña reverencia.

Todas se colocaron en un círculo, tomando sus manos entre sí, mientras a la par comenzaron a repetir.

«La noche de las brujas está por comenzar, que el poder de la luna llena nos llene de sabiduría y vigor. Renueva nuestra magia y espíritu; despierta a todas nuestras hermanas y permítenos seguir reinando desde la oscuridad.»

Susurros comenzaron a retumbar en la habitación. Cada vez se volvían más fuertes, convirtiéndose casi en gritos, el bullicio inundo el lugar. Miles de polillas salían por doquier, todas ellas eran brujas, que poco a poco iban mostrando su verdadera forma.

Irene seguía sonriendo con malicia, se había soltado de sus compañeras, que también comenzaban a transformarse. Bailaba al compás del ruido mientras que, a su alrededor, revoloteaban sus compañeras, eufóricas para salir y cazar cuando la Bruja Madre diera la señal.

La sonrisa de la mujer se volvía más tétrica mientras el tiempo pasaba, sus blancas perlas cambiaron por brillantes y filosos colmillos, sus uñas de color negro se convirtieron en temibles garras y sus ojos se iluminaron aún más. Su bello rostro comenzaba a deformarse de una manera extraña; su largo y hermoso cabello negro parecía tornarse en estropajo. Su cuerpo se transformó, volviéndose más grande, más fuerte y robusto. Soltó una gran carcajada, indicando que era hora de salir.

Todas las demás brujas salieron por los grandes ventanales, que antes habían sido abiertos, dirigiéndose hasta el pueblo. Lentamente, aquel silencio tranquilo que inundaba el lugar, se llenó de dolor, gritos de angustia y desespero resonaron. Madres preocupadas por sus pequeños, hombres tratando de proteger a los demás, sin obtener resultado alguno.

Las brujas habían obtenido su cometido, llevaron a niños pequeños y mujeres jóvenes hasta el centro del bosque, dentro de lo más profundo de éste. Fuego empezó a brotar de ahí, donde las brujas más jóvenes bailaban alrededor, y las más experimentadas acababan con la vida de sus víctimas, robando su esencia y repartiéndolas a sus hermanas. Mientras que, Irene, miraba con completa satisfacción, uniéndose al baile de las doncellas, riendo y disfrutando de la noche; bebiendo de la sangre de las jóvenes y alimentándose de la carne de los pequeños.

Había sido una noche exitosa, todas festejaron hasta al amanecer, donde sus vidas volverían a tornarse normales de nuevo.

Season of The WitchWhere stories live. Discover now