Derecho a ser dramática

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(Por: Clarissa)

El álbum se había lanzado a la medianoche y seguramente estaba por todos lados, así que me negué a prender siquiera el televisor.

Me desperté lo más tarde que pude, pero descubrí que Isa había pedido el día libre para acompañarme. Me observó preocupada mientras buscaba mi caja de cereales.

—No has visto nada, ¿verdad?

—He desconectado el celular, mis redes están colapsando de nuevo después de que Santi accidentalmente me respondió un tuit. ¿Fueron a la casa?

—Fueron a la casa —confirmó Isa—, y Oliver ya les dijo que no estás ahí.

Me dejó desayunar en silencio y me encerré en mi estudio a pintar. Acordamos que el día sería de paz, porque había heridas todavía abiertas que no quería mirar.

Ah mierda, por qué tanto drama. Incluso el cuadro que pinté esa tarde me representaba cayendo de un edificio con un cielo estrellado de fondo.

Pero ya había logrado juntar mis piezas y me gustaba pensar que si sobreviví antes, lo volvería a hacer. Quizás Adrian volvería una vez al mes a alguna reunión del grupo y yo podría decirle que todo estaba bien, que entendía que su vida era una locura y que no encajaba en ella. Que de todos modos nunca tuvimos algo serio y que lo usaría para alardear en algún "Yo nunca". Conforme llegaba la noche sentía que todo iba mejorando y podía creerme que al día siguiente volvería a mi vida sin problemas.

Había visto que todos en el grupo extrañaban a Adrian y él se había pronunciado en la prensa para que nos dejaran en paz, sin muchos resultados por supuesto.

Isa vino cuando empezó a atardecer y me trajo una ensalada de frutas.

—¿Qué opinas?

Intentó fingir que no sabía a qué me refería pero se detuvo antes de terminar la pregunta y suspiró.

—¿Sin spoilers? Que es un disco de categoría mundial y si no gana un Grammy, será un crimen tan grande como lo que pasó con Red y Taylor Swift.

—¿Pide disculpas?

—Ya sabes que sí. Pero perdonarlo es una decisión enteramente tuya, bebé, y estaremos aquí para apoyarla.

—Quizás como amigo...

Me seguía persiguiendo el susurro de la última noche, esas tres palabras que me elevaron a lo más alto y me dejaron caer al vacío. Oh dioses, me he convertido en la reina del drama.

—De nuevo, probablemente Adrian vuelva a contactar con el grupo y tengamos una reunión ya sabiendo quién es. O sea, les escribió para lo de la canción...pero todos están de acuerdo en que tú eres más importante. Ya nos pasó antes con Aurora y el idiota de su ex, ¿recuerdas?

—Sabes que no es igual.

—Es lo mismo para nosotros. Rafa y su ex eran roommates, no fue tan fácil. Además, si bien la idea de tener una gran estrella como amigo es divertida, ¿de qué nos sirve realmente? Se irá a sus giras mundiales y sabremos de él una vez al año. Tú estás aquí con nosotros, ayudaste a Santiago a cuidar a su hermana pequeña, te quedaste con la prima de Oliver para que nos fuéramos de viaje, diseñas material para el grupo, reemplazas a Aurora cuando se enferma, cocinas para nosotros cuando hay ensayo y nos haces reír como nadie cuando estamos mal. Si alguien se siente mal, lo primero que decimos es que debe ir contigo, tienes los mejores consejos...creo que subestimas lo importante que eres para nosotros. Eres nuestra familia, Clary. Tú nos has unido a todos, tu casa es el primer lugar en el que pensamos cuando algo va mal, es nuestro hogar.

Apenas pude articular una palabra después de eso.

—¿O sea que tengo derecho a ser dramática y llorar?

—Por supuesto que sí, bebé, llora todo lo que necesites.

Pero era incapaz de conseguirlo y, en cambio, aparté la pintura de esa tarde para mostrarle mi cuaderno de bocetos, guardado bajo llave en el escritorio.

Y era Adrian en cada página. Sus manos tocando la guitarra, sus labios junto al micrófono, sus dedos jugando con la cicatriz en su codo cada vez que estaba nervioso, su sonrisa iluminada por la pantalla en el cine, el tatuaje en su tobillo...

—Vaya, te pegó fuerte —intentó bromear Isa.

—Él realmente parecía entender el amor de la misma forma que yo...y no ayuda que ahora lo vea más claro. Esa canción que compuso para su abuelo me hacía llorar pensando que yo misma la hubiera cantado si solo uno de mis padres sobrevivía. La forma en que veía el mundo, cómo entendía las desigualdades, y su conexión con la música...

Me quebré a mitad de la frase e Isa me abrazó con fuerza. Me tomó cinco minutos recuperarme para decir las palabras que había estado temiendo todo el día.

—Tengo que escuchar ese disco, ¿verdad?

El sonido de las llaves en la puerta nos hizo saltar a ambas e Isa sonrió.

—Mi esposo siempre llega en el momento adecuado —anunció.

Guardé rápidamente los dibujos y entré al baño para lavarme la cara y que Oliver no se diera cuenta que había estado llorando.

Cuando salí, ambos me estaban esperando en la sala como dos padres que tenían noticias importantes.

—Listo para escuchar —dijo Isa extendiéndome algo que me hizo reír. Era el viejo discman de papá, que todavía funcionaba a la perfección y que me recordaba nuestros viajes juntos cuando era pequeña.

—¿En serio?

—Oliver ha ido a comprar el disco para que puedas escucharlo —anunció ella.

—Sabía que no pensabas dejar la casa en todo el día —dijo él—pero que eventualmente querrías escucharlo.

—Creo que necesitas salir, Clary —dijo Isa—. Ve a tu azotea y desconecta un rato de todo. Vamos a estar aquí para ti cuando vuelvas.

—O llámanos si necesitas que pasemos por ti.

Oliver asintió muy serio y me lancé a abrazarlo. Él me despeinó sin contemplaciones y me empujó levemente a mi habitación.

Me cambié rápidamente, de repente llena de curiosidad por el disco de Adrian. Cuando salí, Isa me extendió el discman y lo guardó en mi bolso con los audífonos.

Cuando cerré la puerta detrás de mí y sentí el viento en mi cara, estaba feliz de que mis amigos supieran exactamente lo que necesitaba.

El mundo era más grande que esta locura, me recordé. La prueba estaba en que salí a la calle y nadie me detuvo. No había cámaras apuntándome ni miradas curiosas. Había chicas normales que salieron con famosos antes y ahora mismo no podía recordar el nombre ni la cara de alguna de ellas así que todo estaría bien.

Tomé el bus hacia mi edificio favorito en la ciudad, preguntándome cuánto tiempo más duraría su belleza.

De hecho, en el camino no me crucé ni un solo anuncio sobre el disco o algo que me recordara a Adrian.

Cuando llegué al edificio, noté que la escalera para incendios estaba bajada. Bueno, después de tanta locura, necesitaba un golpe de suerte. Subí rápidamente, porque en el fondo, estaba ansiosa por escuchar ese disco como no lo había estado con nada en la vida. Poder liberar esa energía con cada piso que dejaba atrás era relajarte. Finalmente llegué a la azotea y me impulsé hacia ella. Me tomó unos segundos conectar con la repentina sensación de que había algo raro.

Las telarañas habían desaparecido, el lugar se veía bastante ordenado y, por supuesto, era imposible evitar fijarme en que Adrian Wilcox estaba sentado sobre una manta gigantesca en medio de todo el lugar.

¿Dónde está Adrian Wilcox?Where stories live. Discover now