Mientras aquel tipo rebuscaba en sus bolsillos traté de localizar algo que pudiera mover, algo de basura perdida en aquella pulcra calle. En apenas unos segundos encontré algo que podía usar: un coche que sentí que podía mover. Me chocó que mi poder pudiera alcanzar algo tan grande. Giré la cara para verlo mejor y no parecía basura, aquel vehículo parecía relativamente nuevo, pero por algún motivo podía controlarlo. Con los ojos cerrados sentía su tamaño, su peso, su forma. Tenía que intentarlo.

—No pierdas el tiempo, pequeño monstruo. No me engañas con esas lágrimas, son parte de tu disfraz. Sé lo que eres. —Le noté cada vez más impaciente. Sea lo que fuera que estaba buscando no lo encontraba en los bolsillos de su abrigo.

Fui a por todas con ese coche, si podía moverlo, si podía estampárselo contra la cabeza, estaba salvada. Empecé despacio, midiendo bien para que no se me fuera de las manos, pero el coche no se movió. Mi poder no hacía nada así que fui aumentando la intensidad poco a poco hasta darlo todo. Se me pusieron los brazos negros hasta el codo, pero el coche no se movió del sitio. Solo logré que los amortiguadores se quejaran un poco.

—¿Lo ves? —el semidios señaló la negrura de mis manos—. Se te está cayendo la máscara, gorgona.

No perdí ni un segundo escuchándole o lamentando haber fallado con el coche. Seguí buscando hasta que localicé algo que me sirviera. Al otro lado de la calle había un contenedor de reciclaje lleno de botellas de vidrio. No podía verlas, pero podía sentirlas. Estaba hasta arriba, pero con una me bastaba.

Cerré los ojos para guiarla mejor, haciéndola salir por la boca del contenedor con mucho cuidado. Esa fue la parte que más me costó, en cambio dispararla a toda velocidad contra la cabeza de aquel semidiós, que había sacado una aguja de su bolsillo, no me costó nada.

La botella se partió contra su cabeza e hizo que un hilo de sangre cayera hasta su frente, pero él apenas se inmutó. No me soltó, solo buscó con la mirada quién le había lanzado esa botella.

—Luego me encargo del imbécil que haya sido, pero antes...

Me levantó la manga del jersey mientras yo le lanzaba otra botella. Casi me clava la aguja porque me llevaba mucho tiempo sacar cada pieza de vidrio del contenedor. La boca era demasiado estrecha y estaba protegida por un plástico para que fuera fácil meter botellas, pero no sacarlas. Esta vez el tipo soltó la aguja para mirar en dirección al contenedor. Segundos después me metió otro puñetazo en la cara.

—No sé si tiene algo que ver contigo, pero por si acaso.

Me puse nerviosa al intentar sacar otra botella y la hice chocar contra la pared del contenedor. Se partió haciendo ruido y eso distrajo al semidios. Así que lo hice con más botellas a la vez. Empecé a hacerlas chocar dentro del contenedor haciendo un ruido cada vez más atronador. Estaba montando un escándalo que iba a despertar a todo el vecindario. Él se puso de pie y tiró de mí hasta levantarme. Me sujetó por la espalda, otra vez asfixiándome con su brazo.

—Voy a apretar hasta que el ruido pare, si eres tú...

No lo iba a permitir. Saqué del contenedor todos los trozos de vidrio que pude controlar, casi la mitad de este. Los hice flotar hasta que salieron todos. Cuanto más pequeño el objeto más fácil era controlarlo. Formaron una antinatural nube de cristal en mitad de la calle y los lancé en nuestra dirección. El semidiós maldijo en voz alta y aproveché su sorpresa para liberarme. Me agaché justo antes de que los pedazos de vidrio impactaran. Les oí silbar implacables sobre mí. Él no tuvo tanta suerte. Intentó protegerse pero aun así su ropa y su cara se llenaron de pequeños cortes.

Me alejé unos metros hasta donde los cristales habían caído. No corrí. No servía de nada huir, tenía que atacar.

—¡Vuelve aquí!

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora