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—Gracias por sacar a la luz esta situación—dijo McGonagall tranquilamente una vez que se instalaron en su oficina. —Me pondré en contacto con el director Dumbledore de inmediato y solucionaremos esto.
—Pero Fred nos pidió ayuda—presionó Katrina. —Necesitamos ir al Ministerio ahora.
—Me temo que no puedo permitir que se vayan de la escuela durante el año académico, especialmente sin el permiso de sus padres—explicó el profesor.
—Pero Harry y sus amigos se han ido—dijo Poppy. —Quien sabe cuánto tiempo llevan en el Ministerio. ¡Podrían resultar heridos o algo peor! Así que tenemos que ir y ayudar rápidamente.
McGonagall suspiró. —Supongo que como el Sr. Weasley preguntó por usted especialmente, lo permitiré. Pero solo ustedes dos, ya que eso es todo lo que dijo—dijo ella, señalando a Poppy y Katrina.
—Lo siento profesora, pero yo ire—dijo Ruth, ganándose miradas de sorpresa de todos en la habitación. —No me quedaré aqui y dejaré que mis hermanas luchen sin mí. No hay forma.
Una pizca de orgullo se pudo ver en los ojos de McGonagall por una fracción de segundo antes de que desapareciera. —Muy bien entonces. Tendremos que ir a la Sede de la Orden del Fénix. Siganme.
McGonagall entró en la chimenea de su oficina con un puñado de Floo Powder. Ella arrojó el polvo a sus pies, gritando —¡Número 12 de Grimmauld Place!
Una vez que la profesora desapareció, las tres chicas siguieron sus acciones, aunque desconfiadas de la situación. No tenían idea de adónde iban. Ruth entró en la chimenea en segundo lugar y siguió a Katrina al lugar desconocido.
Terminaron en una sala de estar que parecía antigua. Katrina estaba de pie junto a McGonagall, mirando alrededor de la habitación. Sacó a Ruth del camino de la chimenea justo antes de que apareciera Poppy.
No se pronunció ninguna palabra cuando McGonagall los condujo fuera de la sala de estar hacia un pasillo estrecho. La cocina al final del pasillo estaba llena de gente.
—¡Minnie, no te esperábamos!—Exclamó un hombre de cabello largo y oscuro una vez que entraron a la cocina.
Alguien tiró del brazo de Ruth, obligándola a darse la vuelta y mirar a la persona. Fred la estaba mirando con una expresión molesta en su rostro.
—¿Qué estás haciendo aquí?—Fred siseó. —La carta estaba dirigida a Pop y Kat. No a ti.
—Hola a ti también—saludó Ruth a su novio con sarcasmo. —¿Por qué no me quieres aquí? Yo soy la que se convertirá en un maldito auror.
—Te das cuenta de lo que estamos a punto de hacer?—Preguntó Fred. —Vamos al ministerio. Donde está Quien-tú-sabes. No es seguro.
—¿Cómo es que no estás tan preocupado por el resto de nosotros Freddie?—dijo el hombre del pelo largo. Se había movido de su lugar en el fregadero de la cocina para pararse junto a Fred, dándole a Ruth una visión clara de quién era él.
