—Estás afuera...

Colgó, fue a abrir la puerta y pudo ver a su amigo parado con el teléfono en la mano sonriéndole.

—Espero no interrumpir.

—Sabes, has llegado en el momento justo. Ya estoy harto de ir con cuidado y estoy seguro que es a ti a quien en realidad necesito en este momento —dijo justo antes de jalar a su amigo al interior, cerrar la puerta y besarlo con toda la rabia y cólera que sentía dentro, mientras lo guiaba hacia dentro de su casa quitándole la chaqueta en el camino.

Al diablo con todo.


******

Dean se demoró más de lo que pensó en llegar a la casa de Castiel porque parecía que todos los semáforos de la ciudad se habían puesto de acuerdo para estar en rojo y cuando tenía pase libre, había algún percance que le evitaba seguir su ruta. Apagó el motor y salió de su auto casi corriendo y tocó el timbre varias veces, pero nadie salió a abrir. Maldijo por lo bajo y tocó la puerta con el puño y nada, incluso grito el nombre de su amigo, pero nada. Caminó a un lado de la casa y se asomó por una de las ventanas que daba al salón y pudo ver que había dos botellas de cervezas y para su consternación vio una chaqueta en el suelo que estaba seguro se la había visto a Hans porque era una de cuero que casi siempre llevaba puesta.

¡Mierda!

Sacó su teléfono y volvió a marcar a Castiel, pero no contestaba, cuando agudizó su oído pudo darse cuenta de que el móvil de su amigo bien podía estar en el salón ya que se escuchaba un tenue sonido de llamada dentro de la casa. Colgó y volvió a marcar, pero nada, era obvio que el móvil estaba en la sala y no había nadie allí. Cortó la llamada molesto y fue a la puerta a porrearla de nuevo, porque no se movería de ese lugar hasta que su amigo abriera.

—Cas, vamos hombre, por favor, por favor, no me hagas caso, sabes que soy un idiota —dijo en voz muy baja mientras tocaba la puerta fuerte y tocaba el timbre con insistencia. Repetía una y otra vez la misma frase como si fuera una plegaría dicha a un ángel protector que en ese momento no se dignaba a escucharlo sino más bien a ignorarlo.

De pronto, la puerta se abrió y un despeinado Hans lo miraba con el ceño fruncido, el pantalón abierto de la cintura y parte del cierre, el cual dejaba ver la ropa interior del cínico, sin zapatos ni camiseta. Para él estaba desnudo y solo vio rojo. Sin pensarlo más, arremetió contra Hans sujetándolo del cuello mientras lo aprisionaba a una de las paredes de la entrada e intentando darle un puñetazo que solo dio con la pared de al lado provocándole un fuerte dolor en los nudillos, pero no le importó.

—¡Maldito, hijo de perra! ¿Cómo puedes aprovecharte así de él? —le gruñía cada palabra mientras intentaba ahorcar al tipo que para él se estaba aprovechando de su mejor amigo.

Sin embargo, Hans con una rapidez y una fuerza que lo dejó descolocado y desorientado, lo sujetó del brazo, le dio un volantín en el aire casi cinematográfico que lo hizo aterrizar en el suelo de la entrada fuera de la casa de Castiel. Dean soltó el poco aire que tenía en los pulmones y por un momento vio negro todo.

Cuando al fin pudo reaccionar, se dio cuenta de que seguía en el suelo, casi sin aire con un dolor en todo el cuerpo como si hubiera sido arrollado por un camión. Enfocó mejor la vista y se pudo dar cuenta que estaba de espalda al suelo con una sombra que lo asechaba desde arriba. Se movió un poco a un lado y necesitó cerrar los ojos con la terrible sensación de querer vomitar cuando sintió que todo le daba vueltas. Al abrirlos pudo ver, unos zapatos y parte de las piernas de alguien. Levantó la mirada y vio a Hans vestido y peinado mirándolo con furia contenida, sus puños haciendo tanta fuerza que las venas de sus manos saltaban por la presión.

El vacío que llenasWhere stories live. Discover now