Capítulo 16

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Un nuevo fin de semana llegaba y Dean estaba sentado en su sala con una botella de cerveza en la mano, su perro, echado en la alfombra a sus pies durmiendo mientras él pensaba en una manera de evitar que Castiel aceptara a Hans. Se decía a sí mismo que no permitiría que su mejor amigo estuviera con alguien que no lo tomaba en serio y que era un imbécil consumado.

Él merecía a alguien mil veces mejor que ese idiota.

Dean dio un trago largo a su bebida y maldijo cuando se dio cuenta de que ya se la había terminado. La dejó en la mesa de centro junto a seis botellas más vacías y abrió una nueva. Su perro levantó la cabeza y soltó un pequeño quejido, él lo acarició debajo de las orejas. Crowley se sintió satisfecho y volvió a acomodar su cabeza entre sus patas para seguir dormitando.

Se acomodó de nuevo en su sillón y bebió de su botella repasando las mil y una frases que le diría a Castiel sustentando las razones por la que no debía aceptar a Hans, cuando su móvil sonó haciendo un fuerte ruido en su estancia vacía. Su perro ni se movió cuando contestó la llama sin mirar quién lo estaba llamando.

—Dean —la voz gruesa de Castiel llenó sus sentidos de una forma que casi ya estaba acostumbrado, aunque el placer que las últimas veces le producía escucharlo o verlo no sabía explicar—, ¿interrumpo?

Dean que se sentía algo mareado por lo que había bebido no pudo evitar soltar lo que pensaba.

—No has salido con Hans —no era una pregunta sino una afirmación llena de satisfacción para él porque eso significaba que su amigo no había aceptado nada aún.

¿Por qué no están juntos aún? ¿Quién dejaría a un hombre tan magnífico cómo Cas un fin de semana solo?

—No —respondió con clara confusión en su tono— ¿Tendría que hacerlo?

—Es tu problema si aceptas a ese estirado —dijo ya sin filtro en su cerebro ni boca mientras daba un trago largo a su cerveza—. Eres un hombre inteligente que no necesita que le diga lo equivocado que estarías si lo aceptas.

—Estaría equivocado... —Silencio fue lo que siguió a esa frase.

Dean se sentía satisfecho por haberle hecho ver lo equivocado que sería estar con ese idiota y se daba palmadas a modo de felicitarse a sí mismo.

—Entonces si aceptara a... Hans sería un idiota ¿por qué...?

—Porque ese imbécil solo quiere acostarse contigo —la obviedad en su tono la recalcó con un bufido—. Eso es obvio y un hombre tan inocente como tú, no debe aceptar eso aunque se sienta solo y necesitado.

—Entonces, soy un inocente que cómo se siente necesitado y solo no debería aceptar acostarse con nadie.

—Exacto —Dean volvió a sonreír feliz de ver que su amigo comprendía muy bien—, tú no necesitas un hombre que solo quiera sexo para darte un hijo. ¡No! Tú necesitas solo a tus amigos que te protegeremos de todos los imbéciles que quieran aprovecharse de ti. Descuida, nosotros nos haremos cargo de ti.

De nuevo, silencio.

Dean bebió de lo último de la botella y abrió otra feliz porque su amigo escuchara y estuviera de acuerdo con su sabio consejo, muy ajeno al leve jadeo que se escuchaba en el silencio de la conversación.

—Dean.

—Dime, amigo.

—Eres un imbécil —eso hizo que Dean escupiera el trago que había tomado mojándose todo y haciendo que su perro saliera corriendo a un lado del sillón para evitar que el líquido helado lo terminara bañado más, el perro se sacudió y se sentó mirando algo malhumorado a su dueño soltando pequeños bufidos.

El vacío que llenasWhere stories live. Discover now