Primera Parte: Que hablen ellos

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2
Margaret Cubbs, servicio de faena

Margaret observó sus ensangrentadas manos y comprendió que no podía perder mucho tiempo. El calor se elevaba con rapidez y el sudor le recorría la frente y parte del cuello. Comenzó a temblar pese a que no había ninguna corriente de aire en la pequeña habitación.

Se movía de un lado a otro buscando la forma más idónea de ocultarlo todo. Tenía experiencia en eso, se dijo, y era veloz pero aquello no estaba en sus planes. Si tan sólo no se hubiera dejado llevar por...

<<Calma, calma, calma>>, se interrumpió al mismo tiempo que colocaba las manos sobre el frío lavabo. La sangre aún le escurría... Y el calor aumentaba cada vez más. Empezaba a ver borroso. El desmayo era inminente.

Entonces, algo gimoteó en el suelo. Fue una especie de espasmo acompañado de un sonido gutural. Cómo un ahogo.

En ese instante, sin precisar el tiempo, las ideas le cruzaron por la mente y puso todo en marcha. Quizás nada de todo eso lo había previsto pero no iba a dejarse vencer tan fácilmente.

3
Lyams Becker, habitación 108

Llevaba dos días sin comer nada. El hedor impregnada gran parte del lugar excepto justo en la ventana que daba al patio central en dónde se filtraba el aire y permitía correr los olores de los alimentos ya de por sí descompuestos. Una gran mancha marrón cubría el suelo y varios vasos de plástico se encontraban en él, triturados, víctimas de una fuerza bruta.

El hombre estaba sentado sobre la delgada colcha y se movía incesante hacia adelante y luego hacia atrás. El movimiento no era continuo pero si abrumador. 

Todo estaba en completo silencio y oscuro. Sin embargo, al cabo de un rato la bombilla comenzó a encenderse y el hombre dirigió la mirada rápidamente hacia allí.

Tenía una mandíbula cuadrada y barba recién cortada. Sus brazos, cruzados sobre sus piernas flexionadas en su pecho eran grandes y musculosos. Debajo de la franela, justo a nivel del antebrazo se podía notar la forma de una estrella ardiente tatuada en color negro.

La bombilla siguió encendiéndose intermitente. Lyams miró concentrado, a la espera.

Los segundos transcurrieron con lentitud y posteriormente, al cabo de un momento, la puerta se abrió.

-Buen día, señor Lyams -saludó la enfermera mientras arrastraba un carro metálico con la medicación correspondiente.

El aludido asintió sin mirarla siquiera. Sus pensamientos divagaban desde hacía mucho rato y no estaba dispuesto a dejarlos interrumpir o perder el hilo de los mismos.

Debía mantener la cordura en aquel imprescindible instante.

-Hoy parece ser un día espléndido, ¿Cierto? -comentó la mujer sacando del envase una pastilla y mirando hacia la ventana con falso apremio.

Al caminar sus tacones de puntilla resonaron en el embaldosado suelo y pudo notar el desastre y la fuente de aquel olor tan desagradable. No entendía, ni tampoco tenía ánimos de hacerlo, como se podía caer en un agujero negro sin encontrar apenas la salida. Tenía que haber una forma de solucionarlo todo. Así era la vida.

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⏰ Last updated: Oct 17, 2021 ⏰

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&quot;Sangre incolora&quot;, por Jean VicentWhere stories live. Discover now